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sábado, mayo 18, 2024

No puede ser tan difícil

Cada uno libra una batalla. Todos los días las personas deben enfrentarse a diferentes desafíos, resolver inconvenientes, experimentar temores y tomar decisiones, todos los días. Esto desde luego genera mucha angustia y caída de ánimos lo cual no es para menos. ¿Algo que haría las cosas más fáciles y llevaderas? La comprensión de los demás. Qué alivio si a pesar de las complicaciones que de manera natural nos ofrece la vida, pudiéramos encontrar en la gente de nuestro alrededor un poco de confort. Si en nuestros amigos y familia halláramos las palabras que necesitamos, y en los extraños un poco de amabilidad. Y si esto fuera mucho pedir entonces si quiera que los primeros no insistieran en hacer de jueces ni los segundos en complicarnos aún más las cosas.

Uno de los grandes inconvenientes para que el mundo pueda vivir en armonía reside en diversos factores que tienen que ver con el egocentrismo, el enajenamiento en el que se vive hoy en día y la falta de interés, todo esto salta a la vista, todos nos damos cuenta. Pero, también debemos tomar en cuenta algunas cosas que pueden escapar a nuestra consciencia como por ejemplo, el hecho de que, como nos dice la psiquiatra española Marian Rojas Estapé en su utilísimo libro Encuentra tu Persona Vitamina; gran parte de la calidad de nuestra vida depende de cómo nos relacionamos, de cómo somos capaces de querer y recibir el afecto de otros. Cuando somos solidarios y nos ponemos en el lugar de los otros, cuando conectamos con sus sentimientos, nuestro cerebro está segregando oxitocina, la denominada hormona del amor y la felicidad. Cuando estamos preocupados, angustiados o temerosos, lo que se activa en nuestro sistema es el cortisol, la hormona del estrés. El cortisol inhibe la oxitocina, en otras palabras, cuando estamos estresados somos casi incapaces de empatizar o atender eso que le sucede a nuestro vecino. Todas nuestras energías están enfocadas en resolver eso que nos tiene mal. Y sí, esto viene a explicar muchas cosas, y a valorar aún más, a esos seres que a pesar de estar no estar del todo bien, se toman el tiempo de hacerle un poco más bonita la vida a los otros. sí identificamos la o las fuentes de nuestro estrés, de nuestro malestar, la enfrentamos, resolvemos todo lo que esté en nuestras manos, respiramos y descansamos, dejaremos de dificultarle las cosas a tanta gente que ya de por sí no la tiene fácil en este momento. Ah y, tratemos de sonreír. No puede ser tan difícil.

A principios del siglo pasado un gran almacén en la ciudad de Nueva York entendiendo lo estresante y abrumadoras que podían ser para sus empleados las fiestas navideñas, decidió utilizar esta filosofía en su publicidad a los clientes: “El valor de la sonrisa. No cuesta nada, pero crea mucho sin empobrecer a quien la da, ocurre en un abrir y cerrar de ojos y su recuerdo dura a veces, para siempre. Nadie es tan rico que pueda pasarse sin ella y nadie tan pobre que no pueda enriquecer por sus beneficios. Pero, no puede ser comprada pedida, prestada o robada porque es algo que no puede rendir beneficio a nadie a menos que se brinde espontáneamente. Y si en la extraordinaria fluencia de último momento de las compras de Navidad alguno de nuestros vendedores está demasiado cansado para darle una sonrisa… podemos pedirle que nos deje usted una sonrisa suya? Porque nadie necesita tanto una sonrisa como aquel, al que no le queda ninguna que dar”.

Emy James
Emy James
Emy James, psicóloga y Máster en Educación, escritora a nivel profesional. Trabaja en teatro y radio y es también docente.
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