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domingo, abril 28, 2024

Ni María ni el retrato

Apelando a las promesas que se hacen cada vez que hay campaña electoral, lo mismo que, haciendo memoria en nuestra historia republicana, con los albores del siglo XX, cuando se funda el Partido Liberal 1891 y el Partido Nacional en 1923, se confirma el análisis de historiadores serios de que, en realidad, los partidos políticos son amigos alrededor de un amigo para llevar adelante su proyecto economicista, basado en una figura pero no en ideales, por mucho que estén plasmados en documentos de marcos filosóficos. No hay tales, desde aquellos entonces, de consciencia social o promoción humana proyectada para las mayorías.

Eso es exactamente lo que estamos viendo en la actualidad, la repetición de esos eventos, como si de imágenes fractales se tratase, del arribo al poder político del país por una “nueva” cofradía y que, para ser honestos, ha rayado en el nepotismo sin ningún pudor, justificando y argumentando un supuesto talento que, hasta este momento, no se ha reflejado en los números del país. Otro llamativo análisis es el que concluye con la frase de carácter electoral que el voto no se dio a la actual propuesta, sino que fue más bien en contra del gobernante anterior.

La simpleza del discurso que promete y no cumple, teniendo todas las de ganar, todas las herramientas entregadas por el mismo pueblo, la confianza y más que nada la esperanza que se ha puesto, ha resultado, hasta este momento, en un enorme chasco, en una frustración que va in crescendo y ya se notan albores de descomposición con la exagerada tasa delictiva y sin que nadie diga nada, sin que ni siquiera el mismo ministro de Seguridad justifique porqué –solo como ejemplo- no se termina de reinstalar el sistema de cámaras de vigilancia del 911. Esa es una exigencia que el pueblo les está haciendo desde ya hace varios meses y no hay quien salga a decir siquiera que están a punto de encenderlas de nuevo.

Casi cuatro millones de hondureños sin empleo, la extorsión desenfrenada como si se les hubiese dado la venia, las invasiones de tierra, los colectivos en motocicleta que no son más que asustadores de oficio sin que la autoridad les ponga en cintura, parecidos a los que se desplazan en Venezuela y Nicaragua para golpear a los sectores que reclaman sus derechos. Si esa fuera una metodología, la pregunta es ¿qué clase de método es y con qué propósito?

La señora presidente de Zelaya deberá hacerse un autoanálisis y, de repente, apoyarse en personas que le digan la verdad, solo por esta vez que no escuche a su familia que tiene empleada en el Gobierno; que escuche las voces que le dirán en qué se falla y cómo solucionar los problemas, porque esa es la idea. Que consulte a los que saben de pobreza, a las iglesias –católica y evangélica-, a los empresarios, a los obreros, a los estudiantes, a los pobladores de tierra adentro. Y si debe tomar decisiones radicales con tal de enderezar la nave del país, que lo haga, pero ya no tarde, ya se fueron casi once meses y pareciera más bien que no hubo jamás un cambio de Gobierno. Es como quedarnos vacíos después de tanta promesa, sin María y tampoco su retrato.

 

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