Nostalgia, soledad y tristeza experimentan en Navidad los migrantes, muchos dejaron a sus seres queridos en su país de origen en busca de un futuro mejor.
Estos días son sinónimo de reencuentros familiares y con amigos, de copiosas comidas compartidas mientras resuenan villancicos… Al menos para aquellos que no se han visto obligados a emigrar, a tener que vivir muy lejos de sus países de origen buscando un futuro mejor.
Los niños estas fechas se llenan de ilusión. Muchos de ellos nunca han recibido regalos por Navidad. Por eso organizaciones religiosas y proinmigrantes preparan actividades para todos.
En la Casa del Migrante, en Matamoros, son varias las personas que atraviesan esta situación. “Tristeza y más tristeza” dice Jhoselex Pérez, un migrante venezolano, quien extraña a Samuel, su papá; y a sus tres hijos. No compartir con la familia estos días tan especiales, es una tristeza bien grande que se siente en el corazón”, añade.
Otros como Javier Pérez, migrante peruano que también se encuentra en la Casa del Migrante, prefiere intentar no pensar en lo festivo de en esta época para no lesionar su estado emocional. “Converso con mis hijas, con mi esposa, por WhatsApp. Pero trato de no pensar en eso para mantener la calma y el orden mental”, afirma.
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