32.3 C
Honduras
viernes, abril 26, 2024

La tierra

La defensa y garantía de la propiedad privada es uno de los pilares fundamentales de la democracia. Solo así se logran los cometidos del sistema de gobernar menos imperfecto. La tesis de que un sistema económico de mercado, con propiedad privada ampliamente difundida, es la estructura económica más congruente con una democracia pluralista. Protege la autonomía relativa de la persona, la familia y los cuerpos intermedios frente a la coerción estatal, así como invita a -y fomenta- la participación de la persona en las decisiones que afectan su destino y su libertad. De ahí que sea congruente con la libertad tanto en su sentido negativo (libre de la opresión) como positivo (libre para la vida).

Es allí donde debemos entender como pueblo y captar el verdadero sentido de ello y entender también el porqué de las invasiones que están ocurriendo en este momento que dan malas señales al mundo acerca de las garantías de las potenciales inversiones en nuestro país que, por cierto, tiene todas las ventajas geoestratégicas para instalar negocios que de verdad generen riqueza, empleo y desarrollo, pero esa dejadez del Estado con este tema es hasta sospechosa, cuestión que no solo ha ocurrido en el presente Gobierno, y solo es de ver lo que ocurre –solo como ejemplo- en el Aguán donde ese conflicto jamás se resuelve y ya a estas alturas del nuevo siglo más pareciera un negocio malsano que una “conquista social”.

Un enfoque sobre las relaciones sociales en estos tiempos tan difíciles, pueden ser armónicas, conflictivas, o de ambos tipos a la vez. Determinadas estructuras sociales -como la propiedad privada ampliamente difundida- pueden canalizar los distintos intereses hacia soluciones beneficiosas para todos, minimizando conflictos antagónicos y posibilitando la armonía. Por el contrario, otras estructuras -como la propiedad privada concentrada, o la propiedad estatal con planificación central-pueden inducir la búsqueda de soluciones que beneficien a unos a expensas de otros, alimentando así conflictos antagónicos. Se trata pues de crear estructuras que privilegien la armonía y permitan superar o eludir los conflictos más destructivos.

El reproche que se le hace a la presidente es con respecto al etéreo y nebuloso discurso de “socialismo democrático” que no es más que un neologismo para mal adornar sus discursos cuando se hace algo ya que tal expresión no tiene ningún sentido debido a que ambas palabras son contradictorias y excluyentes entre sí. La solución (para resolver el problema de las invasiones de tierra) sería engañosa en su pretensión de esquivar la disyuntiva ineludible entre capitalismo y socialismo y es allí donde no cabe en el discurso oficial. Esa es una crítica errónea, pues requiere considerar como secundarias las importantes diferencias que hay dentro del “capitalismo” (entre, por ejemplo, el capitalismo de Thatcher o Reagan, la economía social de mercado alemana, el estado de bienestar escandinavo y el neoliberalismo autoritario de Pinochet). Y eso no se puede dejar pasar por alto por los resultados en esas sociedades, pero sin justificar los métodos lamentables aplicados, sobre todo en Chile.

La cuestión no solo es de decir cosas rimbombantes. Ya no están en campaña, es hora de despertar a la realidad y de verdad que no es fácil.

EditorialLa tierra

Hoy en Deportes