En Honduras, es frecuente encontrar anuncios de puestos de trabajo que incluyen como requisito una edad máxima, por lo general alrededor de los 35 años. Esta práctica es más común en ciertas industrias, como la manufactura, y lamentablemente parece aceptarse como parte inherente del sector. A pesar de la naturaleza discriminatoria de estas prácticas, resulta desafortunado observar cómo las empresas desaprovechan la oportunidad de enriquecerse con las valiosas contribuciones que a menudo solo el transcurso del tiempo y las experiencias pueden brindar a los individuos.
Existen muchas discusiones sobre prejuicios de género, raza y cultura en el trabajo, y cada uno es importante por muchas razones. Pero quizás uno de los prejuicios más grandes a los que nos enfrentamos es por la edad. A menudo evaluamos a las personas según su edad, y muchas empresas priorizan contratar trabajadores más jóvenes y “económicos”, aunque las personas mayores y más experimentadas pueden ser mejores emprendedores, con muchas más probabilidades de crear empresas exitosas debido a su naturaleza paciente y colaborativa.
Recientemente nos encontramos un artículo en Harvard Business Review que se enfoca en el tema de las personas mayores como parte del entorno empresarial. El artículo hace referencia a una investigación realizada por la empresa Deloitte en que preguntaron a alrededor de 10,000 empresas: «¿Es la edad una ventaja o una desventaja competitiva en su organización?» Más de dos tercios de las empresas consideraron que la edad avanzada era una desventaja. Esto coincidió con los datos de AARP que muestran que dos tercios de las personas de entre 45 y 74 años han experimentado discriminación relacionada con la edad.
La fuerza laboral está envejeciendo rápidamente y se proyecta que las personas de 60 años o más superarán en número a los niños menores de cinco años en el próximo año, y para el 2025 se espera que el 25% de los trabajadores en Estados Unidos y el Reino Unido tengan más de 55 años. De hecho, este mismo grupo de trabajadores es el que más crece en casi todos los países. En los Estados Unidos, las vacantes laborales han superado al número de solicitantes desde 2018, lo que se debe en gran parte a que los baby boomers se están jubilando a un ritmo más rápido de lo que los millennials pueden reemplazarlos. Por ello los autores sugieren que, como una forma más de impulsar la economía, las empresas deben reintegrar a las personas mayores al trabajo y ofrecerles empleos significativos.
El artículo expone lo siguiente: “El mito propagado por la industria de la jubilación es que las personas mayores de 65 años deben jubilarse. A pesar de los miles de millones de dólares gastados en convencernos de que nuestros «años dorados» deberían implicar viajes, golf y descanso en la piscina, la investigación muestra que las personas que dejan de trabajar y se jubilan a menudo sufren depresión, ataques cardíacos y una sensación general de falta de propósito en sus vidas.”
“La evidencia científica muestra que, aunque la capacidad mental bruta puede disminuir después de los 30 años, el conocimiento, la experiencia y rasgos como la motivación y la curiosidad continúan aumentando incluso más allá de los 80 años. También hay amplias pruebas para suponer que estos rasgos son catalizadores para la adquisición de nuevas habilidades, incluso durante la edad adulta tardía. No hay límite de edad para aprender cosas nuevas, y mantenerse intelectualmente comprometido contribuye al mercado laboral.”
El artículo termina haciendo una serie de recomendaciones para que las empresas superen la discriminación por edad, incluyendo ofrecer adaptaciones para el trabajo flexible, otorgar roles de gestión, supervisión y mentores a los trabajadores mayores, e invitarlos a volver después de la jubilación (conocido como «returnships»), entre otras.
Los empleados mayores aportan valor, competencia y diversidad cognitiva a la fuerza laboral, maximizándose esta última cuando se fomenta el trabajo conjunto de personas de diferentes edades. Los avances en ciencia, negocios, arte y deportes suelen ser el resultado de la colaboración de personas con experiencias diversas. La integración de trabajadores mayores es justa y estratégica para el éxito a largo plazo de una organización. Las empresas deben reconocer la diversidad de edades como un activo valioso que además les permite aprovechar plenamente la riqueza de la experiencia.