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sábado, mayo 11, 2024

La “Narcisa”, los dólares, la riqueza mal habida y la belleza impostada

En la mitología griega, Narciso, era un hermoso joven que despreciaba el amor.  La versión más conocida de su leyenda, es la de Ovidio en su obra “Las Metamorfosis”, en la cual refiere que un adivino predijo que el niño Narciso viviría hasta viejo si lograba a lo largo de su existencia no contemplarse a sí mismo.

Por su gran belleza, él despertaba la pasión de muchas doncellas, pero las rechazó a todas, éstas se unieron y pidieron justicia a la diosa Némesis que hace que, un día caluroso, Narciso se detenga en un estanque a saciar su sed y cuando ve reflejado su rostro, se enamora de sí mismo y sin atreverse a beber para no perturbar su imagen, permanece inmóvil contemplándose en el agua hasta que su cuerpo se transforma lentamente en la flor que lleva su nombre.

El mito de Narciso es un relato sobre la vanidad y el orgullo. El personaje se enamora de sí mismo y muere por ese mismo deseo.

Un cuadro de Caravaggio testimonia ese mito, lo analizó el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, e inspiró también a Salvador Dalí en su obra “La Metamorfosis de Narciso”, e igual a Oscar Wilde para “El retrato de Dorian Gray”.

Un símil entre la ficción y la realidad acaba de descubrirse con una fiscal que, encargada de combatir el delito o el crimen y no contaminarse en esa delicada tarea, sin ningún control de sus jefes y autoridades de otras instituciones responsables de lo habido, para presumir riqueza y lujos mal habidos y como vulgar impostora exhibir belleza falsa y así regodearse en su ensimismamiento, prefirió apropiarse de millones de dólares supuestamente protegidos en el Banco Central.

Varias preguntas he escuchado respecto a la acusadora pública convertida en criminal. ¿Qué pasaba por la cabeza de esa muchacha?, ¿es estúpida, pendeja o descerebrada?, ¿pensó que no la descubrirían?, ¿quiénes son sus cómplices?, ¿por qué sus jefes le toleraron el latrocinio si pasaba exhibiendo sus miserias, ricuras y riquezas en las redes sociales?, ¿qué lleva a gente mentalmente estrecha a delinquir para tratar de enmendar pobrezas y embellecer fealdades para satisfacer el ego y corregir complejos retorcidos e inferioridades?

Si bien, la inmadura dama, sin el mínimo rubor y el menor respeto a su institución y a su investidura, cambió fealdad a fuerza de cirugías para mostrarse y modelar calzones en la virtualidad, no es la única pues montón de gente acomplejada, carente de dignidad y autoestima, con debilidades emocionales y en consecuencia inseguros, presumen en “las redes” lo que visten o desvisten, en dónde andan o están y hasta lo que comen, beben y dejan de beber.

Aunque las causas o motivos que orillaron a delinquir a la exfuncionaria del Ministerio Público se mantienen en secreto, es evidente que algo está muy mal en ella y especialmente en el sistema, y eso nos debe preocupar a todos porque conductas como la de la exfiscal hacen evidente la corrupción de vieja data en la administración pública.

Aunque no es lo mismo, es parecido su caso al del ortopeda aficionado a meretrices chilenas que sustrajo miles de millones de lempiras del Seguro Social, o a los pícaros enriquecidos con el fraude de los hospitales móviles turcos.

Tampoco es la primera burócrata que suple sus precariedades físicas supliéndolas con botox o silicona, pues también un exgerente de un ente estatal que se las da de Adonis (según la mitología griega, mancebo hermoso) cuando fue capturado, también por corrupción, se supo que se había ampliado, ensanchado o redondeado el nalgatorio.

Al margen de la ficción sobre el griego Narciso, el comportamiento ególatra que exhiben esas personas con belleza impostada (falsa, ficticia), según los estudiosos del comportamiento humano, tiene que ver con una enfermedad psicológica individual y cultural.

El narcisismo es un trastorno de la personalidad caracterizado por una dedicación desmesurada a la imagen que la persona crea de sí misma. Al narcisista le preocupa su apariencia y lo que de ella se deriva: ser el más admirado, poderoso o deseado; ser el centro de atención.

Además, se muestra soberbio, arrogante, vanidoso, engreído, cínico y desdeñoso. Su enorme ego le lleva a ser egoísta, a actuar fríamente y centrado en sus propios intereses.

También, el narcisista no admite una reflejo-opinión discrepante, tampoco acepta la crítica o la llamada a que asuma su responsabilidad ante la crisis generada por su acción insensata, y puede provocar represalias: desde la exclusión hasta la violencia física hacia aquel que lo confronta.

Personas así se sienten infalibles y perfectas, jamás se equivocan. Son paranoicos y ese delirio da lugar a la creación de las más aberrantes conspiraciones para inculpar a otros y ganar tiempo en la escapada de sus desmanes.

En el narcisista, las fantasías de grandeza y ambición desmedida conviven con profundos (y a menudo inconscientes) sentimientos de inferioridad y, en consecuencia, de una excesiva dependencia de la admiración y aclamación externa.

La prepotencia y la arrogancia, síntomas de la personalidad narcisista, unidas a una apariencia de gran seguridad e invulnerabilidad, han generado a lo largo de la historia sujetos que en el ejercicio del poder han demolido a la oposición desde la tiranía y el despotismo, como Hitler, Stalin, Mussolini y Mao, entre otros, después de ellos Pinochet, Stroessner y Videla, y más recientes Ortega, Castro y Chávez, lo cual evidencia que en cuestión de narcisistas los hay en todas las ideologías.

Absortos en su idea de grandiosidad, el narcisista desconoce la compasión, la justicia, el bien común y la responsabilidad, aunque cínicamente y para su conveniencia haga de esas virtudes su estandarte.

Para el experto en esta enfermedad, Alexander Lowen, también hay gobernantes o funcionarios egocéntricos carentes de la sensibilidad suficiente para atender las necesidades y que desatienden las demandas de su población o la sacrifican para enriquecerse.

De ese tipo de narcisos abundan los ejemplos en este país. Así, unos zutanos están presos, varios menganos huyen, a otros fulanos están por capturarlos y a unos perencejos los andan buscando.

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