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jueves, abril 25, 2024

La lora de don Pancho

En la esquina de la casa, justo por unos napoleones, rojos, como el finado partido o el que manda, depende con qué ojos los vea usted, vive Don Pancho. Señor él, ya entrado en sus décadas, tanto que vio ya viejo un presidente pelarse la panza en televisión, cuenta él mismo. Pues, además de su hogar, es conocida también por tres cosas, venden un mondongo famoso en el barrio por su sabor inigualable todos los domingos, aunque dice que es pulpería lo que tiene, todos sabemos que solo cervecitas heladas se encuentran y por su omnipresente lora, la cual en las mañanas canta el himno, aprendido de escucharlo en la radio y piropear a las damas ¡o gritar consignas parlamentarias!

La cosa es que al pasar vi a don Pancho todo compungido, cara larga, como esas tardes de verano acompañadas por el canto de los chiquirines y la modorra. Pues, hombre risueño, generalmente llamó la atención ese estado y casi sin proponérmelo tuve que preguntarle qué le sucedía.

Ay compa, me dijo, con un suspiro preñado de tristeza, ¿no mira que se me fue la lora? Bueno no sé si se la robaron o se la comió un gato, pero creo que se me fue, dijo triste, todo por culpa del Gobierno, dijo de súbito, ¿cómo así?, le contesté, algo sorprendido, pues con tanto apagón, me dijo, con estos calores, tuve que ponerla en el patio, abajo del palo de mangos, adentro con este clima era pecado tener el animalito, si ni producto he podido vender, para bajar las temperaturas de los vecinos, confirmó pensativo, con el par de horas que viene la bendita luz cada par de días, no alcanza para enfriar ni nada y todo lo que teníamos en la ‘refri’, ya se pudrió. Así ¿cómo vamos a prosperar?, ¿dígame?, con la luz cortada, pero cada fin de mes vemos puntual al muchacho que pasa dejando el recibo y a correr a pagar el mes completito porque si no, la cortan, lo justo sería que nos cobraran lo usado, pero cobran como que nos dieron el fluido todo el mes y como si tuviéramos cien focos, eso por donde lo vea no es justo, pruebe a retrasarse compa y le cae las llamaderas con acento colombiano preguntando cuándo va a pagar. Por suerte, tenemos una estufa de gas, que también ya está caro la verdad, sino sabe Dios cómo estuviéramos. ¿Cómo se les ocurre cortar o racionar o reparar, como dicen ellos, con estos calores de loco? Por eso tuve que sacar la lora al patio y ya ve lo que paso. Nambe, sí espero que haya sido más viva que yo y se haya ido en las caravanas, me dijo con algo de brillo en sus ojos, queríamos esa lora, como familia, y nos pesa su ausencia, me dijo y por eso le echamos la culpa al Gobierno, me dijo serio, no sé si en broma o de verdad lo pensaba. Hablando estábamos cuando, como llamado por nuestra plática, se fue el fluido eléctrico, el silencio forzado de equipos de sonido y teles, que salían a la calle, por las puertas abiertas de las casas, costumbre típica de barrio que se respete, de repente enmudeció y todos sabíamos lo que venía, la oscuridad y el calor. Ya ve, me dijo serio, solo vino dos horitas y a saber cuándo la vuelven a echar, sí compa, de verdad le digo, que, si esa condenada lora se largó buscando nuevas tierras, ¡la entiendo de corazón!

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