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domingo, mayo 19, 2024

La educación centrada en el estudiante

A cierta edad, como que se va olvidando lo que se siente cuando eres un estudiante, quizás por eso es la falta de empatía de algunos docentes que no se preparan para el cargo. Iniciar un proceso formal de estudio desde la niñez, asistir a un jardín de niños (‘kindergarden’), luego a la escuela y al colegio, para culminar con los estudios universitarios conlleva muchos retos.

En cada una de esas etapas educativas, un individuo enfrenta diversas transformaciones, primero la niñez, luego la adolescencia y más adelante ser un joven adulto. Cada una estas etapas conllevan procesos de transformación que van ligados al desarrollo de la personalidad de los individuos.

Dependiendo de los centros educativos, las experiencias pueden variar, en algunos se estimula el aprender para la vida, se busca instalar en los estudiantes el deseo de aprender, de transcender, de lograr culminar un año académico con nuevas habilidades que les permitan navegar en un mundo lleno de incertidumbre.

Un estudiante llega a una escuela para aprender ciencias, artes e idiomas, entre otros, pero también aprenden a socializar, a ser solidario con sus compañeros y compañeras, a poner en práctica esos valores que están muchas veces solo pegados en una pizarra o en el sitio web del centro educativo y sus hogares quizás tampoco se practican.

Desde el aula de clases el estudiante puede practicar ser respetuoso, puntual, esforzado, buscando siempre la excelencia no solo académica, desarrollando un espíritu de colaboración y trabajo en equipo.

Los centros educativos son comunidades de aprendizaje y de desarrollo de virtudes, creo que hasta los padres y madres más rebeldes y sin modales estarían de acuerdo con que sus hijos e hijas reciban una educación basada en valores.

Muchos centros educativos cuentan con orientadores y/o psicólogos. Hace unos 50 años esto era tomado con mucha desconfianza o como un insulto, cuando se les indicaba a los padres o madres que sus niños deberían ver un orientador o psicólogo, pero ahora cada vez es más común que los centros de enseñanza cuenten con uno, para apoyar a la comunidad de estudiantes, padres de familia y cuerpo docente (también lo necesitan).

Ser estudiantes en la era post COVID-19 ha derribado antiguos paradigmas, que ha fortalecido el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Era casi impensable, que los niños y niñas podrían usar una computadora, tableta o celular, para recibir completamente sus clases, claro con el apoyo de sus docentes y la supervisión de su familia.

La educación no se detuvo en medio de la pandemia, los estudiantes que tenían acceso a la TIC y los docentes, tuvieron que adaptarse o adaptarse. El proceso de enseñanza-aprendizaje, aunque está mediado por tecnología, no significa pérdida de sensibilidad y empatía por parte del docente. La retroalimentación tradicional de “regañar” debe erradicarse, sustituirse por la reflexión con el estudiante sobre sus áreas de mejora. La retroalimentación destructiva hay que eliminarla del vocabulario del docente, debe primar la ética y la responsabilidad, ya que los estudiantes son personas en proceso de mejora continua, el aprendizaje basado en el docente ya pasó a la historia, se quedó allá junto a los teléfonos análogos, ahora el aprendizaje está enfocado en el estudiante y tomando en cuenta su contexto.

La actitud prepotente y autoritaria de muchos docentes debe sustituirse por una actitud de aprendizaje colaborativo y compasivo. ¿Quién aprende con el cortisol elevado? ¿Quién aprende si le destruyen su autoestima? ¿Quién aprende a ser un mejor ser humano si es humillado constantemente por una autoridad (un docente)?

La disciplina siempre es importante, cumplir fechas, tener productos finalizados, pero también el proceso que se sigue para obtenerlo. Las habilidades blandas que logran desarrollar, como trabajo en equipo, comunicación, pensamiento crítico y aprender haciendo, son vitales para su formación. El educando necesita enfocarse en ser más autocrítico y autodidacta, por supuesto buscando las fuentes apropiadas.

El docente puede aprovechar lo positivo de la era digital, la mentalidad de los estudiantes se puede expandir, a través del apropiado uso de la tecnología. Un estudiante que tiene la dicha de contar con un docente que base su proceso de enseñanza-aprendizaje en la pedagogía de la esperanza planteada por el gran educador brasileño Paulo Freire, serán muy afortunados de contar con un guía que los motiva e inspira a cuestionar y transformar su realidad, para construir un mejor futuro para el planeta.

Ser estudiante en el siglo XXI significa ir más allá del conocimiento, ahora la inteligencia artificial está avanzando y quizás superen al ser humano en algunas tareas, es una realidad que no podemos perder de vista. Sin embargo, un individuo que se desarrolle de manera integral, con las habilidades necesarias, inteligencia emocional y ética, siempre será bienvenido en cualquier ámbito de trabajo.

La educación tiene el súper poder de transformar, de sembrar optimismo y esperanza en cada aula de clase, presencial o virtual. Los estudiantes están ahí para recibir lo mejor del sistema educativo, para superarse a sí mismos –resilientes- y contribuir a mejorar las comunidades donde viven.

 

 

 

 

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