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sábado, mayo 18, 2024

Hasta que veas la belleza

Es cierto, dijo, después de callar un rato, como si masticara el pensamiento, como si lo procesara lentamente para poder tragarlo en su cerebro y decir lo que tenía que decir o simplemente no sabía cómo poner palabras a las ideas que revoloteaban allí adentro. Es cierto, repitió, al principio solo se ve el monstruo, lo horrible, lo desagradable, se ve lo fregado que estamos, sea por culpa nuestra o por los que mandan que, al final, siempre es culpa nuestra, dijo riendo tristemente; tal vez vivimos, conocemos demasiado bien el hambre y la necesidad y eso no es bueno, nada bueno, pero, si le pone mente, la belleza le explota en la cara. Está allí escondida, esperando salir como un perrito travieso que sale “de guinda” al nomás abrir el portón.

Nada de bonito, me dijo, es ver niños en chuña, jugando en el polvo, nada de bonito, me dijo, tiene ver un anciano mendigar en las esquinas, ofreciendo bendiciones por un peso, nada de bonito tiene ver el obrero que regresa bien macaneado por la noche a ver si le alcanzó el plato de frijoles para él. Eso es el monstruo que le comento, eso es la bestia fea que nos salta, nada de bonito hay allí, lo entiendo y lo comparto…

Pero, al fijarse de más cerca, al observar y no ver, puede incluso observar la belleza del hombre, no del género, no el fruto de una sociedad corrupta y egoísta, pero sí la belleza del alma, del ser, en esos niños que juegan en chuña, en el polvo y la pobreza, afloran las risas, la alegría de la vida, la energía de lo que crece, tal vez ignorantes de su realidad o tal vez forjadores de grandes futuros, eso sólo Dios lo sabe, pero su risa y su alegría es la belleza que emanan, la anciana, cuerpo viejo y desgastado por el tiempo, huesos que crujen y articulaciones que duelen, como la realidad injusta, que en vez de tratarla como reina en el ocaso, la manda a mendigar, pero aun allí, compa, se ve belleza aunque no parezca, brillando como un diamante en el lodo, sucio y medio tapado, pero con destellos. Le explico, pues, cada vez que alguien baja el vidrio y le da un billete, hay un ligero brote de empatía, cada vez una bendición y una pequeña sonrisa a cambio, aun en la adversidad, la anciana ríe y eso es lo importante, eso es lo que le digo, la belleza vive y es omnipresente, si pensamos en el obrero que regresa, su cuerpo maltratado por la faena, su pasos pesados como su cansancio “en el lomo”, el hambre mordiéndole la tripa, sin saber si el bocado saciará o será otra noche con hambre, pero le apuesto, y no pierdo compa, que esa persona matada como regresa, hambrienta como regresa, es digna y honesta, cada hueso que duele, cada articulación que truena, es una medalla, un trofeo a la honradez, al valor de escoger el trabajo mejor en vez de lo malandro, regresar a la casa, por humilde que sea, pero con la frente en alto, allí está la belleza y saber que los suyos, los queridos, comieron llenos de orgullo en el alma, allí, compa, está el diamante que le dije, la belleza oculta.

Somos un pueblo grande, acostumbrados a lo indecible, pero seguimos aquí, luchando y viviendo en esta tierra bella, eso, compa, es la belleza oculta, hay sufrimiento, hambre, pobreza a morir, es tan cierto como el Bendito, pero más cierto, compa, es que, si usted nos ve de cerca, nos observa, pues, somos como el diamante que le dije, tal vez opacados, pero allí estamos, brillando en la adversidad, aunque se asombre, porque somos nosotros, porque no nos dejamos, ¡porque somos diamantes puros!

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