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Honduras
lunes, abril 29, 2024

Gravísimo error

Jamás se debe temer el señalar los errores e incluso delitos en que pueda incurrir una institución pública y peor aún a las Fuerzas Armadas de Honduras que siempre se autoproclama como garante de los derechos de los hondureños y también que siempre manifiestan estar cuando más se les necesita. Pues hoy se les necesita y más limpias que nunca.

La politización de las Fuerzas Armadas es un grave error que puede tener consecuencias devastadoras para la estabilidad y la democracia. Cuando las instituciones militares, cuya misión primordial debería ser la defensa de la nación, se ven envueltas en disputas políticas y sociales, se corre el riesgo de erosionar los cimientos mismos de la democracia y la seguridad nacional.

Comprendemos que las fuerzas armadas son pilares fundamentales, su principal responsabilidad radica en salvaguardar la integridad territorial y proteger a la población contra amenazas internas y externas. Al politizarlas, se desvía su atención de estos objetivos cruciales, exponiéndolas a influencias partidistas que pueden comprometer su eficacia operativa y su imparcialidad.

El enfoque político-social en las Fuerzas Armadas no solo socava su capacidad para cumplir con su deber fundamental, sino que también introduce tensiones innecesarias en el tejido social. La militarización de la política crea divisiones y polarizaciones entre la población, alimentando la desconfianza y minando la cohesión nacional. Este fenómeno, lejos de fortalecer la democracia, la debilita al generar un ambiente propicio para la emergencia de regímenes autoritarios.

Un ejemplo evidente de los peligros se puede observar en la historia de diversas naciones (Venezuela, Nicaragua, Cuba). Cuando los líderes políticos buscan el apoyo incondicional de los militares para consolidar su poder, se abre la puerta a prácticas antidemocráticas. La intervención militar en la política conlleva el riesgo de golpes de Estado, erosionando la voluntad popular expresada a través de elecciones legítimas. Este tipo de interferencia amenaza la estabilidad institucional y la gobernabilidad democrática.

También afecta la moral y la cohesión interna de las mismas. Los militares, al ser instrumentalizados para fines políticos, pueden experimentar divisiones internas y conflictos de lealtades. La lealtad debería ser hacia la nación y sus ciudadanos, no hacia un partido político específico. Cuando las Fuerzas Armadas se ven arrastradas al terreno político, su profesionalismo y unidad se ven comprometidos, debilitando su capacidad para enfrentar desafíos reales de seguridad.

Las naciones extranjeras pueden percibir la influencia política sobre las Fuerzas Armadas como una amenaza potencial, lo que podría desencadenar conflictos.

Es imperativo que la sociedad establezca mecanismos claros y efectivos para mantener la separación entre lo militar y lo político. La profesionalización de las Fuerzas Armadas, junto con un claro respeto a la cadena de mando y a la autoridad civil, son pasos cruciales en esta dirección. Las instituciones democráticas deben ser robustas y capaces de resistir presiones externas que buscan cooptar a las Fuerzas Armadas para obtener ventajas políticas.

Es un peligroso juego que amenaza los cimientos de la democracia y la seguridad nacional. Al desviarlas de su misión primordial, se debilita su capacidad para proteger a la nación y se socava la confianza en las instituciones democráticas. Es responsabilidad de la sociedad y sus líderes políticos salvaguardar la integridad de las Fuerzas Armadas, garantizando que sirvan a la nación en su conjunto y no a intereses partidistas. Solo a través de la preservación de la imparcialidad militar se puede construir una democracia sólida y duradera.

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