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lunes, mayo 20, 2024

Esto no es magia

¿Le ha pasado, encontrarse con una pareja amiga y notar que uno de ellos, o ambos, se notan agotados, que no son ni la sombra de aquel par de jovencitos llenos de entusiasmo, ilusión y vida que eran cuando se enamoraron?

Desde luego que se sobreentiende que el tiempo no pasa en vano y deja sus huellas, algo bien difícil de evitar, pero, uno puede diferenciar las personas que han tenido una buena vida sobre las que no, su felicidad, tranquilidad y satisfacción viaja con ellos, impregnados en su rostro, en su manera de moverse, en sus actitudes. Y, ya hemos acordado que la elección de la pareja tiene mucho que ver, por no decir que todo, en cómo nos vaya en el camino. Y claro que no se trata de la persona en sí, se trata de nosotros mismos, esa persona y la manera en que se maneja la relación. Nada fácil.
Hace poco terminé un libro estupendo, Los Cuatro Acuerdos, de Miguel Ruiz, en el cual el escritor nos explica ampliamente la manera en que las sociedades han ido amansando a través de los siglos a sus miembros, nos recuerda cómo éramos antes de las civilizaciones, nuestra manera de manejar las situaciones, la importancia que tenían nuestros propios deseos al tomar decisiones y la carencia de estrés que todo eso conllevaba. Asimismo, el señor Ruíz nos anima a explorar dentro de nosotros mismo para así reconocer que muy poco queda de esa naturaleza nuestra, que hemos sido (y de una manera descarada) domesticados. Una clara manera en que seguimos al rebaño es quedándonos en relaciones en las que ya no estamos a gusto. Y como digo, eso es algo que puede palparse, la infelicidad de la gente puede sentirse hasta en el aire que le rodea.
Ayer mientras esperaba abordar en una sala del aeropuerto no pude evitar la conversación entre dos mujeres de mediana edad (las tenía al lado y de verdad que no pude evitarlo) una le explicaba a la otra que después de la experiencia en su matrimonio con el padre de sus hijos, había decidido no volver a casarse sino hasta que éstos hubieran salido de casa y ella pudiera disfrutar de verdad una vida en pareja, parecía tener la certeza de que los desacuerdos en la manera de criarlos había creado suficiente conflictos en su matrimonio como para terminarlo y no quería repetir eso. La otra mujer le decía que eso era un error, que tenía que volver a casarse y entre más pronto mejor ya que el tiempo pasa muy rápido y estando casado es la única manera de asegurarse compañía en la vejez y felicidad. Yo escuchaba pensando en el autor de mi libro, recordando sus sabias palabras.
No es cierto que el matrimonio sea garantía de compañía en la vejez, sobre todo si analizamos a fondo el significado de esa palabra y, mucho menos es garantía de felicidad para nadie. Pero, ¿cómo hace uno para cambiarle el “chip” a la gente? Para hacerle ver que tanto la compañía como la felicidad son constructos personales que se debe trabajar a diario para asegurárselos, que se trata de conceptos complejos y ambiguos al mismo tiempo, que estar bien requiere mucho esfuerzo y dedicación, que no se trata de un acto de magia que aparece al firmar un documento.

Emy James
Emy James
Emy James, psicóloga y Máster en Educación, escritora a nivel profesional. Trabaja en teatro y radio y es también docente.
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