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martes, mayo 14, 2024

Entre más alto se sube más duro es el golpe al bajar

Ese pensamiento -que no es mío- es una realidad que no sólo tiene que ver con la Ley de la Gravedad, sino con todo lo que sube, especialmente lo relacionado con el poder.

Tomemos al rey de Francia Luis 16, cuya vida terminó cuando la guillotina le separó la cabeza del cuerpo o lo sucedido con el expresidente hondureño quien, como todos sabemos, pasó de la primera posición del país a una reducida celda donde posiblemente vivirá todos los años que le quedan.

¿Qué lecciones podrían dejar esos dos casos para los actuales mandatarios en Honduras y el resto del mundo?

Siendo también verdad aquello de que el que la hace la paga, ¿por qué los que llegan al poder parecen ignorarlo?, ¿será que se creen tan inteligentes y privilegiados que piensan que jamás podría sucederles a ellos algo parecido?

Claro, no todos pierden la cabeza o son condenados a cadena perpetua, hay muchos que salen aparentemente impunes después de cometer fechorías mientras estuvieron en el poder, excepto porque el nombre y la mancha queda y es heredada por sus hijos y, en general, por toda su descendencia.

Desde luego que un muerto no puede saber cómo le juzgará la historia, pero mientras están vivos no pueden ignorar que siempre, tarde o temprano, el futuro terminará colocándolo en su verdadera posición y que la historia es implacable.

Muy frecuentemente me hago la pregunta: ¿Vale la pena?

Dedicar la vida a llegar y mantenerse en el poder o acumular riqueza (o las dos cosas a la vez) ¿valdrá la pena?

Yo apuesto que cualquiera que haya alcanzado altas posiciones y luego haya caído, forzosamente, en algún momento, se tendrá que preguntar si mejor se hubiera quedado en casita, llevando una vida tranquila y pacífica, en lugar de caer a lo más profundo.

O, lo que sería mejor, que habiendo subido muy alto al poder lo hubiera empleado para el bien, para ayudar a mejorar la vida de todos y a conducir al país por una senda de progreso y bienestar.

Pero las alturas marean, estando arriba olvidan todos los propósitos que una vez se hicieron, todos los sueños e ideales; entre halagos de falsos amigos y los goces del poder pierden el camino y se convierten en algo igual -o peor- a lo que una vez criticaron.

La mayoría de aquellos que, quizá con buenas intenciones en un principio, lucharon contra tiranías, cuando alcanzaron el poder se transformaron en algo peor.

Fidel Castro luchó contra un dictador -Fulgencio Batista- que estuvo siete años en el poder, Castro se convirtió en mandatario de por vida (sesenta años) posición que heredó a su hermano y luego a su familia.

En Nicaragua, Daniel Ortega luchó contra la dinastía de Anastasio Somoza quien, en comparación, era un niño de kínder, tal es el control que Ortega ejerce sobre su país. La sucesión está preparada, de momento su esposa es -por nombramiento directo- vicepresidente y luego vendrán los hijos o quienes designen desde arriba.

Venezuela, que era un país democrático, con un nivel de vida relativamente bueno, cayó víctima del engaño de Hugo Chávez, creyeron en sus discursos y promesas, aceptaron que cambiara la Constitución a la que culpaba de todos los males, la cambió y no resolvió nada, por el contrario, hizo que las cosas se volvieran peores y la violó casi desde el momento en que fue aprobada.

Chávez tuvo una muerte temprana, pero dejó el poder por designio de dedo a su alumno preferido, Nicolás Maduro, el cual, me temo -para desgracia del pueblo venezolano-, se quedará ahí mucho, mucho tiempo.

Los libertadores se convierten en tiranos, la historia está llena de ejemplos.

¿En qué momento pierden la dirección? ¿Qué sucede en sus cabezas que no pueden ver que se han transformado en lo que tanto criticaron y combatieron?

Pero, sobre todo, la pregunta que me hago con bastante frecuencia es: ¿por qué no aprenden del pasado?

Nada dura para siempre, lo que sube baja y entre más alto se llega, cuando se equivoca el camino, más duro es el golpe al caer.

Finalmente, si de alguna forma alguien les pudiera decir el futuro, a manera de los oráculos de la antigüedad o los adivinadores actuales, ¿les creerían?

Nadie experimenta en cabeza ajena, la historia está llena de ejemplos, algunos muy duros, por cierto.

Saddam en Irak, Gadafi en Libia, Mussolini en Italia, los tres tuvieron muertes violentas y son apenas tres de los muchos casos en que la caída conduce hasta la tumba.

Les dejo con una frase que sí es mía: “Miren para atrás y sabrán lo que viene”.

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