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Honduras
miércoles, mayo 14, 2025

Emprender sin garantías

Ayer, esperando que nos atendieran en una oficina registral, conversaba con un colega sobre el país. Nada extraordinario: el tedio de la tramitología, el calor de mayo, la incertidumbre política y esa pregunta que vuelve una y otra vez en cada conversación entre profesionales, empresarios o cualquier ciudadano que se sienta a tomar un café en Honduras: ¿vale la pena seguir invirtiendo aquí?

Él, con el ceño fruncido, decía que en este país había días en que no se visualizaba ninguna mejoría en las condiciones para invertir y que, por eso, muchos pensaban que era mejor no arriesgar nada y esperar a que cambie el gobierno, o a que llegue “alguien mejor”. Le entendí. Lo escuché con respeto. Pero también le dije lo que pienso: esperar no es una estrategia, es una forma lenta de renunciar.

Le conté entonces una historia muy sencilla. Hace algunos años, previo a las últimas elecciones generales, una emprendedora me buscó para pedirme una opinión legal, pero detrás venía una consulta más profunda: ¿Usted cree que este es un buen momento para hacer esta inversión? No se trataba de abrir un negocio nuevo; el suyo ya funcionaba. Producía de forma artesanal, con mucho esfuerzo, pero con buena aceptación, habiendo iniciado su aventura en el Bazar del Sábado que opera en Expocentro.

El dilema era otro: había encontrado una máquina en Estados Unidos que le permitiría triplicar su capacidad de producción, automatizar procesos y dar un salto importante. Pero era un equipo caro y su entrega llevaría al menos tres meses. El ambiente electoral le generaba dudas. Había voces cercanas que le decían: “espere a ver quién gana”. Como si el resultado electoral fuera a resolver la incertidumbre de su negocio, o como si al día siguiente del escrutinio todo fuera más claro.

Mi consejo fue directo: si ya analizó el mercado, si sabe que puede vender lo que produce y que la máquina realmente es un salto estratégico, hágalo ahora. Porque si espera, va a perder tiempo valioso, y cuando lo intente más adelante, quizás la máquina cueste mucho más, el dólar esté más caro, o simplemente pierda el impulso. Y lo peor: si todo el país se paraliza cada cuatro años esperando a ver qué pasa, nunca vamos a avanzar.

Hoy, esa máquina está funcionando. El negocio no se convirtió en un imperio de la noche a la mañana, pero crece. Abrió su primer local propio hace un poco más de un año y su segundo local en un centro comercial hace dos meses. Produce más, con mejor calidad, y genera empleo. No porque todo esté bien o porque el Estado se transformó en impulsador del emprendedor en lugar de obstáculo, sino porque ella decidió no dejarse frenar por el contexto.

No se trata de ser ingenuos. Todos sabemos que el entorno importa. Que la inseguridad jurídica, la carga tributaria y que la maraña burocrática pueden complicar las cosas, pero también es cierto que, en Honduras, en cualquier época, siempre ha habido razones para dudar. Y, sin embargo, aquí seguimos. Los negocios pequeños y medianos sostienen la economía, a veces a puro pulmón.

No se trata de ignorar la realidad, sino de no permitir que nos paralice. En política, el país puede ir y venir. Pero en lo personal y profesional, uno no puede vivir de pausas. Es precisamente en estos momentos cuando más se necesita gente que siga creyendo, que siga haciendo, que siga moviéndose. Porque cuando pase la tormenta, y siempre pasa, el que se quedó esperando tendrá que empezar desde cero. En cambio, el que siguió, aunque sea con pasos cortos, ya habrá recorrido un buen tramo.

Esta no es una apología del conformismo. Todo lo contrario. Creemos que hay muchas cosas que deben cambiar; muchas de ellas las hemos señalado en esta misma columna, aportando ideas para corregirlas o mejorarlas. Pero no todo cambio viene desde arriba. A veces, lo verdaderamente valiente es decidirse a comprar una máquina en medio de la incertidumbre. Porque cada inversión honesta, cada mejora que permite crecer, es una apuesta silenciosa por el país.

Por eso, la próxima vez que escuchemos esa frase de “mejor esperemos”, pensemos si no será más bien una forma de rendirnos. Honduras no puede vivir en modo de espera permanente. Y nosotros tampoco. A este país lo han sostenido muchas veces los que se atrevieron cuando nadie más se animaba, los que compraron una máquina sin tener todas las respuestas, los que apostaron por crecer sin garantías. No hacen discursos, pero construyen futuro. Mientras el país se enreda en sus ciclos, ellos avanzan. Son esos valientes anónimos los que más necesitamos ahora.

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