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jueves, mayo 2, 2024

EL UNICORNIO IDEOLÓGICO: Hablemos un poco de la migración

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)
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La migración se ha convertido en un vil negocio del que muchos están sacando utilidades de todo tipo, incluyendo el político, desde luego. Muchos se están lucrando en esa cadena de valor, dependiendo del rubro en el que se invierta: coyotes, prestamistas, secuestradores, casas de albergue, proxenetas, extorsionadores, y –por supuesto-, los políticos irresponsables de derechas y de izquierdas.

“Migrar es un derecho universal”, me dijo hace algún tiempo una periodista de un canal hispano que se transmite en los EE. UU., cuando me entrevistaron para opinar sobre el tema de la caravana migratoria. Y la chica no deja de tener razón, aunque tenga un poco errada la concepción original del asunto. Se trata de un supuesto que la gente repite cada vez que puede, porque ha escuchado las opiniones de ciertos dirigentes políticos, que hablan más con el corazón que con la cabeza.

Las políticas antimigratorias, sin embargo, no han hecho más que poner a prueba el ingenio y la creatividad de muchos latinoamericanos, a pesar de las hostilidades que se encuentran a lo largo de la travesía. Las caravanas siguen y suman, y nada parece detenerlas.

Migrar es un derecho universal, es verdad, pero la palabra “derecho” implica la observación de reglas claras, de lo contrario, el mundo sería un caos completo sin fronteras y sin visas. Cada Estado decide qué hacer cuando establece sus políticas migratorias. La práctica dice que cierto flujo de migrantes puede resultar beneficioso para la sociedad que los recibe, porque se trata de personas que pueden aportarle mucho al país, ya sea como mano de obra, o como trabajadores del conocimiento. Los países -con dirigentes inteligentes- aceptan cierta cuota anual de personas, a las que eligen por su nivel educativo o por su experiencia laboral.

Pero los migrantes no siempre van en busca de sueños y aspiraciones, sino recordemos la cantidad de vagos y maleantes que llegan a alterar la paz de los países receptores. Veámoslo de esta manera: el sistema social “gringo” se basa en lo que los sociólogos funcionalistas denominan “la estabilidad del sistema”. La teoría viene de Emile Durkheim. Todo ciudadano que rompe las reglas de la sociedad es tildado de “disfuncional”, por ejemplo, los criminales, vagos y mantenidos. No por nada han surgido ciertas leyendas negras sobre los migrantes, especialmente los latinos. Se trata de reacciones “naturales” que se construyen con el fin de proteger las comunidades contra la presencia de gente “extraña”, una reacción muy peligrosa que da lugar a la discriminación y a la xenofobia. Del otro lado de la moneda, un flujo migratorio incontinente puede desequilibrar el sistema y alterarlo hasta poner una “condición roja” para cualquier gobierno.

Además, está el tema de las crisis económica, política y social en países como Honduras, El Salvador y Guatemala. Los migrantes no encuentran las oportunidades porque la economía hace décadas que está colapsada. La gente no se va del país porque quiere, sino porque encuentra invivible su terruño. Entonces, para un gobierno, para un sistema social que no brinda seguridad a sus ciudadanos, no queda otra opción que irse del país. Las deportaciones, por su lado, significan un verdadero dolor de cabeza para el país expulsor: aumenta el número de personas en busca de un empleo -que no existe-, crecen los semilleros de pandilleros y rateros, surge una presión sobre bienes y servicios que el Estado y la empresa privada no pueden satisfacer, mientras el flujo de remesas tiende a la baja. En otras palabras: todo se pinta con el color de la pesadumbre.

De manera que el asunto no es tan simple; se resolverá en la medida en que nuestras economías mejoren de a poco, pero no con gobiernos autoritarios ni con las deleznables dictaduras como las de Nicaragua, sino con sistemas que aseguren la vida y las oportunidades laborales para todos.

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