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sábado, mayo 11, 2024

El huracán, mi terremoto: los hijos

Pasan tantas cosas feas y vergonzosas en este terruño nuestro, con nombre símil de barranco, que terminan por ocultar u opacar lo hermoso que la matria tiene y que por supuesto es mucho más.

Por eso hoy, en esta columna cerebral de todos los jueves, he preferido honrar sobre lo más bello que sin poseerlo he hecho, mi hija Génesis André y de extrañar también a mi otro cielo Araí, bendito regalo de Dios, y además escribir sobre los hijos.

Así, para mí, el noveno y el décimo mes del año, son de los que tienen dos de los días más felices, pletóricos. El 17 mi madre cumplió sus 91 lunas de octubre y mañana 3 mi hija Génesis André cumple 25 “noviembres” desde aquel 1998 que, como el terremoto que es, llegó con un huracán incluido que devastó al país, mientras, desde entonces, ella es de amor que ha desbordado la vida.

Sí, en medio de aquel torrencial apocalíptico -el tristemente “Mitch”- que desmoronaba todo, ella, con su inundación lagrimal en los ojitos negros, pizpiretos y escrutadores, arribó para alegrarme la vida.

Llovía a cántaros, cuando, sin volar, mi cipota aterrizó mientras el cielo descargaba un diluvio bíblico con desastres desoladores y ríos desbordados de tristeza de cataclismo en todos los confines de la patria, mientras mi hogar se anegaba de felicidad con su llegada a la vida.

De su arribo suman 25 noviembres y de su partida a su nido marital ya van casi tres sin disfrutar yo del vuelo cotidiano de mi “pájara pinta”.  Voló alegre cuando el amor le saqueó el alma y hoy, aunque feliz por su cumpleaños, en el preludio de su cuarto de siglo vivido reflexiono que los hijos vuelan esperanzados, impelidos por un ímpetu que los hace creerse devoradores del mundo, decididos a alejarse de la tutela paternal para intentar sortear problemas y enfrentar la vida.

Más que la certeza de lo incierto que enfrentará nuestra prole, con mucho entusiasmo e ilusiones abundantes y sin un plan de vida estructurado, los hijos se envalentonan ya sea por propia iniciativa o influencias externas, mientras a los padres se nos estruja la existencia como si perdiésemos para siempre los tesoros más preciados.

A tal calamidad afectiva se le denomina “Síndrome del Nido Vacío”, que no es una condición clínica, pero identifica el conjunto de síntomas que experimentamos los padres cuando los hijos, ya sea por independizarse, casarse, estudiar o trabajar, se despiden de casa.

Por ello a nuestros descendientes no se les debe enseñar a no sufrir pues eso es impedirles o evitarles aprender, lo cual es un error y aunque no se trata de enseñarles a sufrir, es erróneo esforzarse para evitarle a los hijos el dolor.

Cada padre debe convertirse en constructor de sus hijos, es decir, que en el proceso de crecimiento y de expandir su frontera al individuo no se le limite.

Gabriel García Márquez, al justificar porqué se hizo escritor, argumentaba que el secreto de la felicidad y de la longevidad se da hasta que los padres de familia entienden que si sus hijos hacen lo que les gusta y si tienen todas las condiciones para hacerlo, bien podrán enfrentarse a dificultades no previstas.

Con ese panorama, vista la desolación emocional que mi terremoto dejó cuando se fue 22 años después del huracán con el cual llegó llorando, enfatizo que no se debe vivir solo para ellos pues, convertirlos en la razón de ser de los papás les pesa, y llegará el día en que se ahogarán en medio de tanto amor y cuidado.

Estudiosos de la relación paternal estiman que es trascendental construir hijos fuertes, pero especialmente idóneos para no convertirlos en víctimas de carencias emocionales o de cuidados afectivos, por eso es importante darles la oportunidad de crecer y desarrollarse en lo que les gusta o quieran.

Respecto a la cría y cuidado de los vástagos abundan sugerencias y recomendaciones de las cuales una me llamó la atención: “ama a tu cónyuge. Los niños crecerán y él o ella se quedará contigo. Puedes ser tú quien dé ejemplo a los niños acerca de cómo llevar una vida de pareja saludable, para que ellos mismos quieran tener su propia familia, pero también puedes truncar el deseo de tu esposo o esposa si te metes demasiado en los problemas de tus hijos y te olvidas de él o ella”.

“Ámate. No te olvides de ti mismo cuando luches por la felicidad de tus hijos. No te niegues un vestido o una corbata (por ejemplo) por comprar un juguete, no cambies tu salón de belleza o tu ‘hobbie’ por pagar un profesor particular; si tú no cuidas de ti mismo ¿qué le puedes dar a los demás?, ¿qué ejemplo les darás?, ¿qué amor?”, prosigue lo propuesto.

Habida cuenta que no existe un manual que eduque sobre cómo ser excelentes padres, siempre fue difícil instruir a los hijos y más aún sufrirlos en su partida del hogar.

El vuelo de nuestros vástagos para dejar su nido vacío, es parte del ciclo de la vida, es algo natural y normal y aunque los progenitores queremos ignorar lo que sabemos desde siempre: ellos deben vivir sus propias experiencias, madurar y experimentar, pero no debe haber aflicción pues los hijos siempre lo serán y muy probablemente estarán cuando los necesitamos.

Muchas felicidades Génesis André, Dios te bendiga siempre. Te amo mi amor bonito.

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