No se pueden separar de un proceso electoral los programas doctrinarios que ofrecen los diversos partidos políticos en una expectante contienda o disputa electiva. Dentro del camino sinuoso, desigual o quebradizo que indispensablemente se tiene que recorrer, se asume la existencia de un esquema cardinal que plasma los fundamentos ideológicos y los diversos planteamientos de las instituciones de derecho público, participantes de una contienda ideológica de gran convencimiento, amplitud y libertad de pensamiento. La historia de Honduras está envuelta y básicamente se encuadra, con características propias, en los principios de la democracia funcional, republicana y participativa. En efecto, un Gobierno se distingue por las obras realizadas, cuya raíz se genera en la inteligencia o habilidad, que con cuidadoso manejo se traduce a futuro, en beneficio de las grandiosas masas populares, situación que desemboca con toda intensidad y orgullo sonoro, dentro de un imponente y significativo refuerzo de ayuda destinada a todos los sectores sociales, por especial formalidad, aquellos marginados del progreso y expansión de la comunidad por entero. La práctica de labores a favor de las minorías no puede juzgarse o parecerse a una forma de clientelismo político, ni muchos menos a una esencial contribución a favor de los militantes de los partidos políticos tradicionales Liberal y Nacional, o bien de las fuerzas cívicas o emergentes dentro del escenario hondureño como el Partido de Innovación y Unidad (PINU), Unificación Democrática (UD), el verde de la Democracia Cristiana, el Partido Libertad y Refundación (Libre) y algunas otras entidades reconocidas por las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE). Por las mencionadas consideraciones, se tiene que instaurar o establecer condiciones verdaderamente creíbles o fidedignas, con la particularidad de tomar en cuenta la época estremecida o convulsa que vivimos, sin tratar de variar la paz política y la convivencia integral, marchando por el vertiginoso curso de los acontecimientos, manteniendo siempre, y dadas las circunstancias, un desarrollo financiero, social, económico, de salud, higienes sostenibles. Se tiene que apartar las preocupaciones o intranquilidades de los personajes que tiene el privilegio de Gobernar o de disfrutar de una función pública, alcanzando los lineamientos de conformidad con el grado de organización y una consecuente metodología que beneficie al pueblo en general, adoptando un sistema de garantías en un mínimo de estabilidad, desenvolvimiento armonioso y normal, sin subordinaciones de ninguna naturaleza, evolucionando con ajuste vitales y rápidas transformaciones que deben operarse dentro de ciertos establecimientos estatales, en consideración a la resolución de los problemas, atestados con signos de verdadera o indiscutible altura patriótica. No se pueden crear organismos o círculos de poder para tratar de favorecer determinados sectores, sino que por el contrario, hay que atender las insuficiencias o necesidades absolutas o relativas por la prevención o precaución de la propia subsistencia como Nación. Se asume que abrir un amplio camino de cambio para mejorar para alcanzar el éxito requerido, satisfaciendo los justos reclamos del pueblo hondureño, con trabajo en equipo, para atender las sugerencias o inquietudes que sean un remedio para mejorar las deficiencias o privaciones existentes a lo largo y ancho de nuestro territorio, respetando las relaciones con los otros organismos existentes, empleando siempre positivo vigor. Las eficientes operaciones de voluntad electoral se cimentan o fundamentan en la estabilidad y respeto de las leyes, instituyendo confianza y alentadora esperanza por la vivencia de convertir a Honduras en un Estado de Felicidad, con el cumplimiento de un abanico de alternativas favorables a la solución segura, paulatina y conveniente.