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martes, mayo 21, 2024

Dilema energético: Entre la oscuridad y los altos precios

Actualmente casi todo nuestro territorio sufre las consecuencias de la improvisación, ineficiencia y falta de inversión que caracteriza al sector de energía eléctrica desde hace muchos años. El abuso de poder y el cohecho han sofocado la industria con contratos leoninos y estructuras corruptas, sin ninguna consideración del daño que le causan al país.

Un grupúsculo económico controla el mercado y ha influido en las decisiones de un gobierno tras otro, lesionando sin misericordia a los abonados.

Ahora la situación se agrava por los efectos del cambio climático, que limitan severamente las fuentes renovables de energía, especialmente las hídricas. En algunos casos, esto ha llevado a detener completamente la generación (como en Patuca III), lo que provoca un déficit adicional en la red y obliga al país a tomar medidas de emergencia aún más costosas para satisfacer la demanda nacional. A menudo, se recurre al mercado regional, pero este también enfrenta limitaciones por las mismas razones que nos afectan a nosotros. Sin embargo, a diferencia de Honduras, los países vecinos cuentan con suficiente capacidad para abastecer su demanda sin necesidad de recurrir a racionamientos.

En este entorno, diferentes sectores han presentado propuestas para superar la crisis a corto, mediano y largo plazo. La Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, por ejemplo, a través de su presidente planteó cuatro opciones: “1. Construcción de represas hidroeléctricas. 2. Combatir hurto eléctrico sin distingo de clase ni ubicación. 3. Producción fotovoltaica pluralizada donde la ENEE reconozca energía enviada al sistema. 4. Adelantar horario nacional 1 hora en verano”. Evidentemente ninguna de esas propuestas es nueva, ni será lo suficiente para acabar de una vez por todas con una crisis que lleva casi tres décadas; lo importante es que se generó una reacción de parte de las autoridades que han accedido a trabajar con el sector privado para impulsar soluciones de manera conjunta y con respaldo técnico.

La implementación de la primera opción, las hidroeléctricas, es un proceso que requiere varios años, sin embargo, las otras pueden aplicarse de inmediato, siempre y cuando exista la voluntad política para hacerlo. Además, diversas organizaciones han presentado alternativas para luchar contra ese gigantesco monstruo de la ineficiencia en que se ha convertido la ENEE; una especie de barril sin fondo para las finanzas públicas. Para tales fines se requieren millonarias inversiones en alumbrado público (idealmente con lámparas solares), líneas de transmisión, subestaciones, en fin, una enorme lista de transformaciones que llevarán mucho tiempo.

Será importante que el Estado considere incentivos para la importación de equipos que utilizan energía renovable, lo que seguramente haría que fuese más accesible para un mayor número de personas y reduciría la demanda a la red nacional. También acelerar el proceso de funcionamiento y tarifas para los contadores bidireccionales, a fin de motivar la generación para autoconsumo y que quienes tengan excedentes lo puedan inyectar a la red recibiendo una retribución o crédito por esa energía.

Sin embargo, en medio de esta crisis nos sorprende que se hable tan poco sobre el ahorro energético y soluciones que podrían emplearse para racionalizar el consumo sin afectar la productividad del país. Este tema no puede recaer únicamente en el Gobierno; requiere un compromiso de ciudadanos y empresas para identificar mecanismos que nos permitan gestionar de manera más eficiente el consumo energético. La pandemia nos enseñó que es posible trabajar de manera diferente, aprovechando la tecnología para hacerlo de manera remota o híbrida que permita disminuir el consumo energético de los empleados y la cantidad de vehículos circulando en nuestras ciudades (ambos factores importantes para el excesivo consumo de energía y combustibles). También es posible considerar cambios en los horarios de trabajo y explorar diversas alternativas que resultaron efectivas durante los momentos más difíciles de la pandemia.

Es urgente que el país logre consensos e implemente medidas decisivas para racionalizar el consumo de energía, de lo contrario seguiremos enfrentando este dilema energético que nos mantiene atrapados entre la falta de suministro y el pago de precios exorbitantes por un servicio esencial que afecta todos los aspectos de nuestra vida. No podemos darnos el lujo de continuar despilfarrando recursos para mantener nuestros malos hábitos e ineficiencias.

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