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viernes, abril 19, 2024

Desamparo y pobreza, la realidad de las madres solteras

Las madres solteras en nuestro país aumentan y muchas no reciben ningún tipo de ayuda económica para sus hijos e hijas. Las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE), que son objetivas, ponen la lupa a este grupo, que en su mayoría asume este papel debido a circunstancias no elegidas, a menudo ocasionadas por la vulnerabilidad en la que viven, no pudieron evitarlo y viven las consecuencias.

Según el INE (2023), el 44.4 % de los hogares dirigidos por mujeres son madres solteras, por diversas razones, viudez, divorcio o viven en unión libre. En un país de bajos ingresos como Honduras, donde el dinero es escaso, esto representa grandes retos. Si una mujer trabaja fuera de casa necesita quien cuide de sus hijos e hijas, esta labor la cumplen muchas veces las abuelas, que en muchos casos son explotadas por su propia familia, con exceso de trabajo doméstico para su edad.

Es importante destacar que ser madre soltera no define la valía de una mujer ni su capacidad para criar a sus hijos de manera exitosa. En nuestro país, las leyes por lo general no se cumplen. Aunque lógicamente estos niños y niñas tienen un padre, muchos de ellos no los reconocen (no les dan el apellido paterno), mucho menos la manutención, ayuda emocional y económica. Son abandonados por su padre biológico y olvidados a su suerte. Algo similar ocurre con el Estado garante del bienestar de la población, no hay apoyo sistemático para las familias monoparentales.

Si observamos las diferencias en cómo se tratan estos temas en sociedades más avanzadas, podemos tomar como referencias los Estados Unidos, a donde la mayoría de los hondureños huyen en busca de mejores oportunidades. Ahí existen programas que brindan techo y comida a estas familias, bajo un lema que aún prevalece en la cultura norteamericana: “No one child will be left behind” (Ningún niño será dejado atrás), que enfatiza la importancia de garantizar igualdad de oportunidades y acceso a la educación para todos los niños, sin importar su situación económica, origen étnico o discapacidad. Este lema refleja el compromiso de brindar apoyo y recursos necesarios para asegurar que cada niño pueda alcanzar su máximo potencial académico y personal.

En los países nórdicos, en el caso de que uno de los padres no cumpla con sus obligaciones financieras, el sistema de bienestar social interviene para garantizar el bienestar de los niños. Se implementan medidas legales y se realizan seguimientos para asegurar que los padres cumplan con sus responsabilidades y brinden el apoyo económico necesario. En última instancia, el Estado asume este rol.

Con el descubrimiento del ADN, en Honduras ya no deberían existir hijos e hijas sin apellido paterno, no reconocidos, abandonados, excluidos. En nuestro país, hasta ahora, son las mujeres las que siguen mostrando mayor responsabilidad y amor, al no abandonar a sus vástagos, pese a todas las circunstancias adversas que viven.

En Honduras existe disparidad en los ingresos económicos, entre los hombres y mujeres, aunque la población femenina representa el 53 % de la población, más de la mitad son mujeres, concentrándose principalmente en el sector urbano. Estos datos proporcionados por el INE (2023) son deprimentes, el ingreso per capital de la mujer a nivel nacional es de L3,459 (sector urbano) y aumenta unos mil lempiras aproximadamente, si se trabaja en Tegucigalpa o San Pedro Sula.

La disparidad salarial es notable en el sector manufacturero, según estos datos, una mujer percibe en ingresos en una fábrica textil alrededor de L5,653 y un hombre por el mismo trabajo L9,423. Con esos pírricos ingresos no se puede ni comprar la canasta básica de alimentos, que oscila entre L2,379.68 por persona, solo contiene unos 30 productos, de modo que, si una madre soltera tiene que alimentar a tres vástagos y a ella misma, necesita L9,518.72.

Es necesario un enfoque integral que involucre a la sociedad en su conjunto para superar los desafíos que enfrentan las madres solteras en Honduras. Esto implica la colaboración de los sectores público y privado, así como la sensibilización y el cambio de actitud hacia la maternidad soltera, reconociendo el valor y la contribución de estas mujeres a la sociedad y brindando el apoyo necesario para su bienestar y el de sus hijas e hijos.

 

 

 

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