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sábado, abril 20, 2024

COLUMNA CUADRANDO EL CÍRCULO: Se buscan optimistas

En el mar en el que navegamos, encrespado y crispado, en un barco en permanente estado de zozobra, siempre a punto de irse a pique ante las borrascas que se ciernen sobre él, que lo amenazan y generan pesimismo, ahora más que nunca se necesita echar mano de una dosis diaria -aunque sea ínfima- de optimismo para no ahogarnos en el vendaval.

No pinta bien el panorama que se observa en el país, pero en general es un paisaje gris, triste y problemático el que se observa a nivel mundial en el que las guerras, hambrunas, desastres, matanzas, sequías, crisis políticas, emigración, desempleo, suicidios, criminalidad y violencia parecen alejarnos de la vida y acercarnos a la muerte.

Por ello es que los expertos en resolver diferentes crisis sugieren que ante la posibilidad de enfrentar los peores resultados posibles es necesario, casi urgente, tener los pies puestos sobre la tierra y ser optimistas y para eso buscar en nuestro lado amable ante las vicisitudes de la vida.

El lado amable se relaciona a cómo funciona el optimismo en nuestra mente y el modo en que impacta en el mundo que nos rodea.

La positividad es esencial para hacer frente a las crisis como oportunidad de desacelerar y reevaluar y de mantener las cosas buenas en perspectiva pues mantenerse optimista y expresar gratitud no son prácticas adversas, pero ese optimismo implacable, conocido como “positividad tóxica”, describe las emociones negativas como un fracaso o una debilidad.

Para nadie es un secreto que el mundo se encuentra en crisis, y en el país nuestro para los contradictores del actual estado de cosas Honduras está en una era oscura que, para quienes trabajan en la primera línea de diferentes crisis exige prepararse para enfrentar los peores resultados posibles.

Así las cosas, toca lidiar con la situación y encontrar una manera de vivir con lo que hay, toca, no hay de otra, y para eso hay que abrevar en el pozo del ánimo y del aliento para pintar de optimismo la panorámica de la actual crisis.

Para enfrentarse a ese desafío es necesario tener la capacidad para cultivar y mantener el optimismo que, se origina de una combinación de factores circunstanciales e innatos, como las experiencias de vida acumuladas y la genética, eso permite planificar el futuro con expectativas positivas y beneficios para la salud e incluso alargar la vida.

En la actualidad en que todo parece sombrío, ya sea que uno sea pesimista o lo contrario, hay que mantenerse motivado y no arredrarse porque hay que encontrar soluciones a los problemas y solventar situaciones.

Expertos en el área motivacional coinciden en que centrarse en resultados que se pueden controlar y en los cambios que se pueden influenciar permite ser algo optimista ante el futuro y para eso se requiere mantener un sentido de eficiencia personal clave a la hora de las dificultades.

Así, centrarse en las pequeñas victorias y los objetivos alcanzables es esencial para resistirse al pesimismo y trabajar de manera sostenible para encontrar soluciones en lugar de permitir que los pronósticos pesimistas lleven a la inacción y la impotencia.

Lo importante es no sucumbir al fatalismo y aunque se esté consciente de que se vive en una era problemática, hay que mantener la esperanza, pero encontrar sentido en medio del caos no consiste en reprimir las emociones negativas que pueden hacer sentir peor.

Ante eso hay un enfoque mental que tiene un encuadre más realista conocido como el “optimismo trágico” que propone que la vida tiene sentido y que hay esperanza, al tiempo que reconoce la existencia de pérdida, dolor y sufrimiento.

Definido por primera vez por el psicólogo austriaco y sobreviviente del Holocausto Viktor Franklen 1985, el optimismo trágico sostiene que hay espacio para experimentar tanto lo bueno como lo malo, y que se puede crecer a partir de ambos.

El optimismo trágico ofrece una perspectiva sobre la adversidad que ayuda a las personas a sobrellevar las crisis con más resiliencia y crecer como resultado de ellas, a través del reconocimiento de las dificultades, el dolor y el sufrimiento de lo que sucede y, al mismo tiempo, la capacidad de mantener la esperanza.

Este tipo de filosofía puede ponerse en práctica mientras dura la crisis o persisten los problemas, y puede ayudar también después.

No se trata de aparentar optimismo solo porque reímos constantemente y hacernos creer que somos alegres, porque cierto es que hay gente feliz, aunque incrédula de que todo estará mejor y de que de sus problemas saldrán bien, pero también hay crédulos (afortunadamente los menos) que creen que nada está mal, que todo es bueno y será excepcional.

Ante ese panorama, de incertidumbre, entonces, más allá del buen ánimo lo importante es ser realista porque lo contrario es como la chinita que se perdía con Taiwán y que se salió para seguir “perdida en el bosque de la China”.

Herbert Rivera C.
[email protected]

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