GRACIAS al fino gesto del poeta –de obsequiarnos el libro que leía, suponemos, por el rayado y anotaciones en el prólogo– ya tenemos una copia de “Nexus”, la tan anticipada obra del historiador, intelectual y escritor israelí, Yuval Noah Harari. Hace unos días sintonizamos su entrevista en la que ofrece una ligera pincelada de esta extraordinaria lectura: “Se trata –inicia la presentación del moderador– de las comunicaciones y de cómo ayudan a formar esas redes; pero es bastante pesimista”. “Creo que estás sugiriendo ¿que la forma en que se construyen estas redes nos predispone a usar ese poder de manera imprudente?”.
“La pregunta básica del libro –responde Harari– es si los humanos somos tan inteligentes, ¿por qué somos tan estúpidos?”.
“Llamamos a nuestra especie Homo sapiens –que significa humanos inteligentes– y sabemos mucho más que cualquier otro animal del planeta”. “Hemos llegado a la Luna, podemos dividir el átomo, podemos decodificar y escribir ADN y, sin embargo, estamos al borde de destruirnos a nosotros mismos y a gran parte del ecosistema”.
“Esta es la paradoja y el centro del libro. Y por supuesto los humanos se han preocupado por esta paradoja a lo largo de toda la historia”. “Muchas mitologías y las teologías culpan la naturaleza humana; que hay algo mal con la naturaleza humana, que nos hace ser tan autodestructivos”.
“El libro da una respuesta diferente. El problema no está en nuestra naturaleza”. “Es nuestra información”. “Si le das a la gente buena, mala información, toman malas decisiones, toman decisiones destructivas”. “Y lo estamos viendo a todo nuestro alrededor, ya que tenemos la tecnología de la información más sofisticada de la historia y al mismo tiempo, estamos perdiendo la capacidad de hablar unos con otros, de escucharnos unos a otros”.
“Una cosa en la que los demócratas y republicanos en los Estados Unidos están de acuerdo es en que la conversación democrática se está desmoronando”. “Todo el mundo acusa el otro lado, por supuesto, pero el factor básico es que esta habilidad que sostiene la democracia de mantener una conversación razonable, se está desmoronando exactamente en el mismo momento en que, supuestamente, tenemos la mejor tecnología de la información de la historia”.
Dices que las fallas –repregunta el moderador– no están en nuestra naturaleza, sino en nuestra red de comunicaciones, ¿cuáles son los defectos y las redes de comunicación?”. -“El principal malentendido –aclara Harari– es sobre lo que hace la información y lo que es la información”. “La información no es verdad”.
“Esta ingenua visión dominante en lugares como Silicon Valley, que solo necesitas inundar el mundo con más y más información y, como resultado, tendremos más conocimiento y más sabiduría, esto simplemente no es verdad, porque la mayoría de la información es basura”.
“La verdad es una rara y costoso tipo de información”. “Pero la función básica, en la mayoría de los casos, de esta información, no es revelar la verdad, sino conectar a un gran número de personas en una red”.
“Y la forma más fácil de conectar a un gran número de personas no es con la verdad, sino con ficciones, fantasías y delirios”. (Continuará). (Oíme –tercia el Sisimite– ¿y no es eso mismo lo que, en forma repetida, se ha venido abordando aquí en los editoriales?
¿Qué crees, que Harari lee los editoriales de LA TRIBUNA, o que nosotros leemos a Harari? -¿Y vos qué crees –ironiza Winston– ya días que se escriben editoriales previniendo sobre todo el caos que las redes y esos chunches tecnológicos han generado, y hasta ahora Harari saca su libro? -No te digo –interrumpe el Sisimite– sí sos “humilde”, yo más bien creo que los editoriales resumen lectura tanto de los libros de Yuval como de otros autores que advierten sobre los mismos peligros.
Bueno –interviene Winston– pero como no hacen caso, a ver si ahora que alguien famoso y de influencia mundial expone a las tales plataformas tecnológicas, esos liderazgos indolentes que bien pueden incidir entre que haya un destino esperanzador o desastroso para toda la humanidad, prestan atención a este gravísimo fenómeno.
Mientras la bestia quede suelta, obrando a sus anchas, seguirá usufructuando el enganche de boca abiertas, adictos a las pantallas digitales, idiotizando la sociedad, atacando y esparciendo odio para figurar (en espacios donde los don nadie se sienten encumbrados, creyendo ser algo que no son, sino marionetas de los algoritmos, “tontos útiles” e “inútiles” en la propagación del conflicto, del antagonismo y de la radicalización).
¿Y escuchaste –vuelve el Sisimite– que se ha perdido el don de la “comunicación cara a cara, de hablar y escucharse unos a otros”, culpa de los zombis encerrados en sus gélidas burbujas de soledad? -Claro – responde Winston– escuché y leí, y también que la mayor parte de la información que se divulga no es verdad, sino una lluvia de basura, y que la mala información hace que gente buena –ya no digamos la mala– tome malas decisiones, y decisiones destructivas).