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jueves, abril 25, 2024

Anillos de seguridad, jajaja, qué chiste

Como algunos anillos de compromiso o matrimonio que son una burla ante la fidelidad que se supone representan, los tales anillos de seguridad que presumen los jefes policiales y jerarcas de la seguridad son un chiste que en lugar de hacer reír por malos o pésimos hacen llorar, como ha quedado evidenciado en algunas situaciones la más reciente la final del fútbol.

Particularmente, cuando previo a las “potras” futboleras de alto riesgo, que no es otra cosa que enfrentamientos de barras de pandilleros consumidores y distribuidores de drogas, con masividad mediática escucho en su verborrea y parafernalia institucionalizada a comisionados o generales, con seriedad, hablar de los sainetes que resultan los círculos de seguridad.

Ávido lector de la historia y de biografías de los grandes estrategas militares, al escucharlos a los comandantes policiales me imagino a Bonaparte diseñando planes e impartiendo órdenes para invadir a Rusia, o al discreto general Dwight Eisenhower, con Bradley, Montgomery y Patton planeando el “Día D” para invadir Francia y sacar a Hitler y a su mariscal estrella Erwin Rommel.

Lo del “Pequeño Cabo” o “Gran Corso” en efecto ocurrió, aunque fue un desastre pues lo derrotó el “general invierno”, e, igualmente, con éxito evidente lo de los laureados generales y mariscales aliados de la Segunda Guerra; como se planeó, sin alharaca y con discreción, como actúan los verdaderas estrategas y líderes, aquí, no obstante, el evento más “ñola” deja en ridículo a los dizques expertos que, como dicen las abuelas resultan “más hojas que tamales”.

Recién un bolito, inadaptado quizás, pero tarado al fin, en su afán de ver la potra más encumbrada, se encaramó a una torre, dormitó a sus anchas con Morfeo y arropado por Baco y Dionisio, y en su ebriedad de fanático enajenado por el guaro dejó así claro que la tal seguridad para esos espectáculos claramente es un cuento chino, algo inverosímil, una mentira pues.

Eso ocurre porque los que se suponen van a imponer el orden y a cuidar y proteger vidas, como cualquier aficionado se olvidan de su tarea y se sumergen en el carnaval de la fanaticada y al igual que ellos observan al equipo de sus amores, mientras en la torre uno dormita, en las gradas se esnifa, bebe y se pelea y afuera del coliseo hasta se matan.

Fue hasta que cipotes con micrófonos, actuando más como fanáticos que como comunicadores, y en ese afán alebrestan los ánimos de gente encandilada por el guaro, la mariguana o la cocaína, que se reportó la gesta del orate de la torre y empezaron a tomar acciones para disuadir al estúpido de cometer cualquier otra estupidez peor.

En tanto, en la noble afición se opinó de todo, pero las luces se las lleva la cachetona de esa hora en la tele que, en su inconmensurable sapiencia y hablado de “uruguacha”, sugería que el equipo de ese imbécil lo premiara por semejante bayuncada de arriesgar la vida solo por ver a 22 hombres patear una pelota. Habrase visto.

No se puede ser más majadero cuando se sugieren recompensas ante las proezas de energúmenos que, si bien evidencian que la seguridad nuestra es una broma de mal gusto, sus acciones complican a los demás porque al semoviente de la torre los bomberos tuvieron que bajarlo y desocuparse de otras tareas, se cortó el fluido eléctrico afectando a los vecinos del sector para bajar a ese loco, y en general de utilizaron recursos humanos y logísticos en solventar el disparate del viajero astral que por pocas horas fue el hondureño más seguro, aparte de quienes gobiernan por supuesto.

Que lo anterior guste o desagrade es lo de menos, pero es la verdad, peores cosas han sucedido y el problema no se solventa, ocurrió antes en San Pedro Sula, cuando otro idiota, probablemente cruzado en su cóctel de alcohol y drogas, en el estadio Olímpico pateó y casi mata a una policía, ante la inutilidad de los tales anillos de seguridad de contener a la turba o colectivos vandálicos. Días después, la agredida se recuperó y el agresor fue muerto por los compañeros de uniforme policial.

Antes, en agosto 2019, tres aficionados fueron asesinados por alucinados enloquecidos por previo a un partido en Tegucigalpa entre Motagua y Olimpia, ahí dijeron hubo anillos de seguridad, nadie los vio, y si habían de nada sirvieron.

Se trata de un problema que rodea a lo que más que un negocio o espectáculo de circo romano debiese ser el enaltecimiento del deporte limpio, pero en su entorno hay un sinsentido en que los inadaptados con rabia social vuelcan sus complejos y resabios, problema del que los dueños del espectáculo, la Liga Nacional y sus afiliados, y algunas autoridades se hacen los pendejos.

Es un asunto de vieja data como lo evidencia también lo ocurrido el domingo 28 de mayo de 2017 en que cuatro personas murieron y más de 20 resultaron lesionadas por una estampida de aficionados desenfrenados por presenciar la final de liga. Tampoco sirvieron los anillos inseguros.

Igualmente, se afirma que, en torno a las cárceles de máxima seguridad, jajajaja, otro mal chiste, existen anillos de seguridad que, obviamente de nada |sirven, pues a esas escuelas del crimen entra y sale de todo, sin que los garantes del orden sepan nada o ignoren todo o por la consabida coima se hagan los de a peso.

Tales situaciones seguirán repitiéndose mientras, más allá de lo cosmético o para salir del paso no se haga algo medianamente inteligente y práctico para proteger la vida de quienes con su asistencia a la competencia deportiva, buscan relajarse un poco y olvidar brevemente la calamidad y crisis que vive el país.

Así las cosas, evidentemente los únicos anillos de seguridad útiles son los de la familia gobernante que, igual resultaron inútiles hace doce años cuando sacaron al comandante mayor, y, además, los anillos que sí funcionan son los de presión, chachas o esposas que sin miramientos cierran en las muñecas de los capturados sin importar si son culpables o no.

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