TAMPOCO el colectivo podría pretextar desubicación ya que –quien sepa leer entrelíneas– hubo pistas anticipadas. ¿Recuerdan la cobertura al auge de tendencias conservadoras en Europa? El populismo, el tribalismo y el proteccionismo como discurso poderoso para incitar los sentidos en vastos núcleos poblacionales por encima de cualquier otra propuesta.
No por una sola razón sino una surtida mezcla de varias. Si bien la globalización fue vendida como una ilusión generadora de grandes beneficios, la realidad es que, como con otros paradigmas, todo depende de qué lado esté colocado quien recibe.
Si en el extremo de los ganadores o de los perdedores. Para quienes la globalización representa una amenaza de perder sus empleos, o el traslado de sus industrias locales a otros países, no se ven incluidos, sino del lado de los perjudicados.
Anidando sentimientos de proteccionismo, al sufrir en carne propia, o en casos de conocidos cercanos, que el libre comercio ha debilitado las economías locales.
“El discurso proteccionista promete “proteger” a sus ciudadanos de los efectos negativos de la competencia global”.
¿Está mejor de lo que estaba antes? Ese es un gancho al hígado, de pocas palabras, dirigido al inconformismo de los descontentos con el estatus quo.
“Las crisis económicas, la creciente desigualdad y la sensación de que solo una élite disfruta de los beneficios del crecimiento económico generan una aguda frustración”. La desilusión es tierra fértil al discurso populista que ofrece soluciones rápidas y directas.
“En tiempos de inseguridad florece un liderazgo que ofrezca claridad y soluciones simples frente a problemas complejos”.
“Los discursos populistas y proteccionistas son atractivos porque dan respuestas claras y enemigos específicos a los que culpar”.
En una sociedad polarizada, el tribalismo actúa como fenómeno adhesivo. “Muchos buscan reafirmar su identidad a través de grupos cercanos a sus valores y costumbres”.
Es música al oído lo que apele a sus quejas personales o bien a sus instintos interiores e impulsos ocultos.
Crear un sentimiento de “nosotros contra ellos” –promoviendo políticas de identidad; de grandiosidad de pertenecer al grupo– encuentra eco “en sectores que dicen preservar sus valores versus la influencia de ideas y cultura externas”.
“Las redes sociales han intensificado la polarización y amplificado los discursos emocionales”, favoreciendo una visión de “buenos contra malos”.
Los algoritmos de estas plataformas “tienden a promover contenidos que provocan reacciones intensas, y los mensajes populistas y tribales suelen generar más compromiso en comparación a discursos moderados o tecnocráticos”.
La migración, “el cambio cultural hace que muchos sientan “pérdida de control sobre sus propios asuntos”.
“El proteccionismo y el tribalismo son formas de reafirmar ese control y proteger lo que se considera propio”. (¿Y crees –entra el Sisimite– que los inmigrantes ya establecidos y con ciudadanía favorezcan los nuevos flujos migratorios? Eso lo cubrimos –responde Winston– muchos ven a los que llegan como “competencia a sus empleos, vivienda y servicios sociales”. Otros “buscan distanciarse de las percepciones negativas asociadas a los inmigrantes”.
“Necesidad de proteger su identidad de la estigmatización”. El temor que “nuevas olas de inmigrantes no cumplan con ciertos estándares que refuercen los estereotipos negativos y empeore la imagen de la comunidad inmigrante en general”.
Y si los más antiguos –inquiere el Sisimite— sufrieron rechazo o discriminación cuando llegaron, ¿no habrían internalizado ciertos prejuicios como para proyectar en otros sus propias inseguridades?
-Y ¿qué hay –concluye Winston– del síndrome del último en llegar (subir la escalera y retirarla después)?
Una forma de proteger lo que han conseguido y evitar una competencia adicional. Sin embargo, aun cuando algo de eso pudo haber influenciado la votación de las comunidades inmigrantes, ello solo es una cara de la tortilla.
También hay un sentimiento de reconocimiento que el país fue poblado por inmigrantes y que la inmigración lejos de debilitarlos los fortalece.
Como igual el sentimiento cristiano –en todo caso humano– de extender a otros la mano, más si se la tendieron, en su momento, a quien alguna vez estuvo en necesidad.
-Bueno –vuelve el Sisimite– cualquier cosa que haya sido, este arroz ya se coció. -Pues sí –cierra Winston– todo a su tiempo se dijo; así que aquel que con una luz se pierde).