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viernes, marzo 29, 2024

¿Y SI LO VOLVEMOS A PENSAR? Traidor

Máster Julio César Aguilar.

“El ser humano es un animal racional, capaz de vencer sus propios instintos, cuando lo quiere, usando la razón”. Julcao.

Los rayos del Astro Rey se retiraban contritos de la faz de la tierra, aquella tarde, vísperas de la Pascua de los judíos, Jerusalén se convertía en una ciudad deicida: en el Gólgota pendían tres cruces vacías, donde habían terminado sus días tres hombres por decreto del procurador romano, Poncio Pilato.

Jesús, un carpintero que vivía en Nazareth de Galilea, quien sintiéndose iluminado, hacía tres años, había iniciado una prédica sobre el Reino de su Padre por todo Israel. Avalaba su mensaje sanando enfermos, devolviendo la vista a los ciegos, limpiando a los leprosos, haciendo caminar a los inválidos, resucitando muertos, etc., todos hechos comprobados y que sus coterráneos podían constatar con los favorecidos por el milagro.

El problema era que el Mesías se oponía a los sumos sacerdotes; éstos, por la ambición del dinero, habían tergiversado las enseñanzas de Moisés, convirtiéndose en terratenientes criadores de ganado, que era lo único que se podía sacrificar en el templo. Según Flavio Josefo, se sacrificaban más de doscientos mil animales en cada Pascua, sin contar el resto del año.

Además, en el templo sólo se podía comerciar o hacer ofrendas, con la moneda por ellos acuñada y los forasteros tenían que hacer el cambio de sus monedas por la moneda oficial del templo, teniendo los sacerdotes sus propios cambistas, expertos en el abuso en las transacciones.

En una ocasión, el lluminado botó las mesas de los cambistas y con lazos los echó del templo por considerar que habían convertido la Casa de su Padre en cueva de ladrones. Pero, al fin, aquella tarde, habían terminado con el galileo, gracias al concurso de uno de sus seguidores más cercanos. Con Jesús, habían muerto en la cruz, dos ladrones, salteadores y asesinos. También había terminado trágicamente el facilitador de la muerte de Jesús, quien, cobrando treinta monedas de plata por entregarlo, echa su parte, y viendo a su maestro condenado a muerte, se arrepiente, y tira las treinta monedas ante los sacerdotes, y va y se ahorca; pero el árbol no quiso sostener al deicida y se cercenó la rama, cayendo el cuerpo del impío a tierra, y rompiéndose por el vientre, se regaron sus vísceras. Se le llamó hasta nuestros días “campo de sangre”, porque con el precio de la sangre de un inocente, fue comprado.

La controversia a lo largo de los siglos es si Judas de Iscarioth, el iscariote, fue o no un traidor. Una versión, sostiene que la ambición por el dinero nubló su mente y no dudó en un primer momento en vender a su maestro. Otros, que, habiendo visto los milagros realizados por Jesús, sobre el curar enfermos apaciguar una tormenta dominando el viento y las aguas del Lago de Galilea, la resurrección de la hija de Naín, y de Lázaro, le llevaron a la decisión de convertir a Jesús en un miembro de los Zelotas, quienes procuraban por la violencia destruir a los romanos. Con Jesús y su poder, la campaña sería un éxito completo. Consideraban que Judas era un zelota y que el dinero que sacaba de la bolsa común de los apóstoles lo aportaba para la causa. Pero Jesús hizo caso omiso de tal propuesta.

Se cree que Judas se sentía relegado y marginado del grupo apostólico, pues era el único judío del grupo, todos los demás eran galileos familiares entre ellos, socios en la pesca y parientes de Jesús. Pero la versión más creíble es la propuesta por el evangelista Juan: Remojó el pan, lo tomó y se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote. Detrás del bocado, Satanás entró en él.

Esta es la gran realidad de los sucesos de nuestro mundo a lo largo de los siglos. Nos debatimos entre el bien y el mal; el bien personificado en Dios, en la Luz, en el Supremo Hacedor y el mal, personificado en Satanás, en el demonio, en la oscuridad. Por uno de los dos optamos en nuestra forma de pensar, de hablar, de actuar y de vivir.

Ni Dios ni Satanás tienen poder sobre los humanos, a menos que éstos sigan sus propuestas y en determinado momento opten por él y sus obras. Judas, optó por el mal y comenzó robando, mintiendo, “todo el que miente tiene por padre al demonio, porque él es el padre de la mentira y fratricida desde el comienzo de los siglos” y así se perdió.

Muchos de nuestros presidentes, legisladores, dirigentes, ministros de las diferentes iglesias, empresarios, comerciantes, empleados, hombres y mujeres comunes, han caído en la propuesta del maligno, de que EL DINERO LO ES TODO y han sacrificado, valores, principios, carismas, familia, patria y hogar, a pesar de que han visto los últimos días de quienes así actuaron que, como el rey Midas, quien pidió a la Fortuna que todo lo que tocara se convirtiera en oro, murió de hambre y sed, porque al tocar los alimentos, éstos se convertían en oro y no los podía comer. Así han terminado aquellos que se apoderaron ilícitamente de los bienes del pueblo, sumiéndolo en la ignorancia y en la pobreza, y a ellos no les hizo ningún provecho lo robado.

¿Será, que, si lo volvemos a pensar, le daremos al dinero su justo valor y lucharemos por el bien común, para vivir civilizadamente y lograr una mejor calidad de vida para todos?

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