SOLO quería decirte –mensaje de un visionario empresario– que tomé parte de tu editorial para mi discurso de la reunión anual para 600 niños(as) y jóvenes tutores que becamos en escuelas públicas todos los años”.
Y les conté que “la vaca no da leche; hay que ordeñarla…”. “Como anécdota del trabajo que hay que hacer para sacar la leche”. “Les fascinó y la única manera que me pusieran atención”.
Y sobre la continuación del tema agrega: “Buenísima la metáfora ampliada, para los becados tutores en lo que concierne a la educación; y va más allá, en la familia, el trabajo diario, empresarial y político”.
“Gracias, seguimos aprendiendo e inspirándonos con tus editoriales”. Otro empresario amigo: “He compartido su editorial, pues es digno de que lo lean los familiares y amigos”.
La empresaria progresista: “Se cuida lo que cuesta, resultado del esfuerzo”. “Utilizando la metáfora, se logra con el esfuerzo una leche más sólida y estable, que no se fermenta fácilmente con las tentaciones del mundo actual, en el que se busca lo fácil y lo más cómodo y económicamente productivo a corto plazo; ello es decir lo que se logra ‘de un solo sopapo’”.
“Qué cierto es –mensaje de una lectora amiga– de vacas no sé nada, pero me queda claro que no se ordeñan solas”.
“Gracias presidente por esta bonita metáfora, que nos recuerda que todo cuanto tengamos para que dure es producto del esfuerzo, en un mundo cada vez más de mentiras, de inmediatez, de realidades prefabricadas como quien retoca una foto para postear”.
Preocupa, sin embargo, que nuestros jóvenes no puedan establecer la diferencia, porque son producto de una época rara, en la que parece que los que pasamos de cierta edad hablamos otro idioma”.
“Deseo que muchos lean su escrito de hoy; yo haré mi parte compartiéndolo con mis hijos que, gracias a Dios, han salido buenos, pero a mi pesar debo confesar, no muy lectores”.
La amiga abogada: “Es verdad la vaca no da leche, es necesario sentarse en la madrugada, organizarse, poner todo en las manos de Dios y luego no solo tener una vaca sino varias”.
“Tengo mi bufete, estoy en la unión de notarios en un cargo directivo, y soy diputada”. “Me canso, pero las vacas no las descuido”.
Alusivo al editorial sobre la amenaza de aranceles a todo lo que México vende en el mercado norteamericano, como castigo hasta que el gobierno de la Sheinbaum pare de tajo los flujos migratorios, escribe la amiga doctora: “Difícil parar la migración; es parte de la historia, todo mundo quiere vivir mejor y estos países no planifican para mejorar las condiciones”.
“Los hondureños no son muy deseados en México. Como ejemplo, mi hija tiene dos años de estudiar alergia e inmunología con excelencia en el Hospital General de México y los hondureños no son tomados en cuenta para becas en ese
país”.
“Quizás un error mío enviarla allá, pero por lo de la pandemia en la que trabajó en los triajes le sugerí hacer allá la especialidad, donde yo la hice”.
“El problema seguirá porque no hay una propuesta de inversión económica y social que favorezca a todos los hondureños, que les evite ir a buscar futuro, educación y trabajos en otra parte”.
(Mirá –entra el Sisimite– aquí manda uno de los mantenidos que quiere las cosas sin que le cuesten nada: “La vaca no da leche… pero tampoco pone huevos, ni hace café, que es lo que desayuno”. “Vacas inútiles, las pensaron mal cuando las mandaron a este mundo, no se puede depender de ellas”. “Menos mal que a mí me gusta el café puro no el café con leche”. -Pues bien –interviene Winston– pero otra metáfora para los ociosos que esperan que las cosas les caigan del cielo, sería que “la candela no alumbra si no enciendes la mecha”. Y a propósito, ¿ya te mandaron tu libro? Para que veas que aprecian el trabajo que realizamos ya que incluye varias de las divagaciones dizque “quijotescas” a las que entramos, en estas conversaciones de cierre. ¿Y es que saben dónde vivo? –riposta el Sisimite– solo que vos hayas chismeado. -Lo que caiga en este pecho –responde Winston– solo que no lo pregunten. Menos el secreto de tu paradero. Así que cuando me den el mío te traigo el tuyo).