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sábado, mayo 18, 2024

Si todos fuéramos millonarios

Una de las cosas más equitativamente repartidas que ha existido desde el comienzo de los tiempos es la inteligencia.

Varios estudios realizados entre una gran diversidad de personas de diferentes razas, sexos, edades y posición económica han demostrado que el 99.99 por ciento de todos -sin excepción- creen que son más inteligentes que el resto.

Aún después de someter a exámenes para determinar el Cociente Intelectual y exponer los diferentes resultados, todos siguen creyendo que son más inteligentes, aunque hayan sacado un cero-menos en su prueba de CI.

Resumiendo: todos creemos que somos más inteligentes que los demás.

Otra cosa que todos creemos es que cantamos muy bien; especialmente en la ducha.

La riqueza -por otro lado- es una de las cosas que está más injustamente repartida; hay muchísimos más pobres que ricos.

Así han sido las cosas -también- desde el comienzo de la historia.

Varias veces me he preguntado qué sucedería si -por un maravilloso milagro- de repente todos fuéramos millonarios.

Digamos que, de la noche a la mañana, a todos los habitantes del mundo: niños, mujeres, hombres, ancianos, altos y bajos, bonitos y horribles, a todos les fuera entregada una cuenta de banco con cinco millones de dólares por persona.

La más amplia y justa repartición de riqueza jamás vista: todos tienen cinco millones de dólares libres de impuestos y con los cuales pueden hacer lo que les plazca, ¿qué sucedería?

Creo que en esa situación ideal las cosas se volverían mucho más complicadas, veamos por qué.

Siendo todos ricos, nadie tendría que trabajar, especialmente en las ocupaciones más desagradables. ¿Quién sería el encargado de recoger la basura?

Nadie con cinco millones caminaría detrás de un carro cargado de desperdicios levantando hediondas bolsas de basura, alimentos podridos y todo lo que desechamos normalmente en todas partes.

Ningún millonario haría ese trabajo, la basura formaría montañas en las calles en pocos días.

Y ¿quién sembraría la tierra?

Creo que a ninguna hora nadie agarraría un pico, una pala, un azadón o ningún instrumento de labranza para realizar ese horrible trabajo bajo el sol.

Si ahora es difícil encontrar quien recoja café e imposible conseguir un carpintero, albañil, pintor o electricista, imagínese si quienes poseen esas habilidades tuvieran semejante cantidad de dinero.

Nadie trabajaría en las fábricas de nada por lo que pronto las tiendas quedarían desabastecidas, todos que antes se ganaban la vida ensamblando autos, televisores, refrigeradoras, etc., se quedarían en sus casas o saldrían a gastar su dinero.

¿Ya captó la idea?

Si todos fuéramos millonarios el mundo se dirigiría a una hecatombe mayor que si a todos se nos obligaran a escuchar por más de treinta y dos minutos seguidos a Bad Bunny.

Bien, olvidemos los millones; ¿qué pasaría si todos los que gustan jugar al fútbol de repente tuvieran las habilidades de Messi?

Sin importar la posición en la cancha -portero, defensa, etc.-, todos fueran el Messi en su puesto.

¿Qué sucedería?

Creo que después de unos momentos de asombro y disfrute, los partidos se volverían terriblemente aburridos. Todos metiendo maravillosos goles, realizando espectaculares jugadas, nadie comete errores; ¿cuánta perfección es capaz de soportar el más paciente de los espectadores?

Es más, pensemos que todos los seres humanos pudiéramos jugar igual que Leonel Messi, en qué se convertirían todos los equipos y cuál sería el resultado de todos los partidos.

Vamos más allá; imaginemos que todos tenemos la misma capacidad creativa de Leonardo Da Vinci y la maravillosa habilidad de Miguel Ángel para esculpir y pintar.

Todos tenemos la voz de Andrea Bocelli, nadie desentona.

Finalmente, igualemos la belleza de todos los seres humanos.

Todas las mujeres son tan bellas como la más bella de las “misses” que haya existido y todos los hombres más guapos que Tom Cruise en sus mejores tiempos.

No hay chaparros, gordos, tuertos, debiluchos; todos son ágiles, musculosos, etc., más o menos como todas las hormigas de las diferentes especies son iguales.

Tranquilos, ya vamos llegando.

Si todos fuéramos millonarios, el dinero no tendría valor -no al menos mientras unos desarrollaran ideas para quitarle parte o todo el dinero a los otros-.

Una repartición perfecta de riqueza, cualidades, capacidad, belleza, inteligencia, etc.. entre todos los seres humanos terminaría con nuestra civilización tal y cual la conocemos -odiamos, amamos o soportamos-.

Nos convertiríamos en hormigas o abejas; sociedades perfectas donde todos realizan sus labores como autómatas, sin protestar, cumpliendo de sol a sol y durante toda la existencia con la labor que la colmena asigna a cada uno desde antes de nacer.

¿Un mundo perfecto?

Prefiero las cosas como han sido siempre: cantidades y proporciones casi perfectas  de ricos, pobres, feos y bonitos, tontos, brutos y otros todavía más brutos.

Y algunos, como yo, más inteligentes que todos.

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