Las guerras al final son eventos de los cuales, con el paso del tiempo y reencuentro de los pueblos con las nuevas generaciones, son causa de vergüenza después de ver las atrocidades que se han cometido. En el caso de Rusia no es en sí una guerra como una definición exacta ya que más bien es una invasión, un abuso ante los que supuestamente, en teoría, eran los más débiles y que en un par de semanas se tomarían la capital Kiev y pondría allí Rusia su marioneta. Pero ya sabemos que no es así, al menos no lo han logrado y por los vientos que soplan el posible escenario será la no claudicación de Ucrania y la detonación de bombas atómicas de un kilotón e incluso el uso de las llamadas “bombas sucias”, las cuales, si bien no son tan “efectivas” como las procesadas con las partes normalizadas, simplemente sí causan enormes efectos de pánico y un grado alto de destrucción. Al parecer eso es lo que se espera que suceda y allí sí se desatará la III Guerra Mundial porque la OTAN, sin prevenir ni nada deberá poner en acción sus dispositivos y por ende ya se involucrará a los Estados Unidos.
Si en estas primeras etapas de la invasión a Ucrania sus efectos fueron instantáneos sobre la economía mundial y cuyas oleadas de inflación apenas estamos quizá a medio camino sin ver la luz en el final del túnel de por dónde se pueda salir, en especial en países como Honduras cuyo actual Gobierno todavía no ha elevado su voz para orientar a la población , para advertir y preparar avenidas alternas de productividad, para amarrar bien la seguridad alimentaria, para el ahorro de energía y combustible, para parar las invasiones de las tierra y sobre todo los problemas que más nos aquejan que son la delincuencia y el desempleo. El Gobierno no ha dicho nada y de lo que más alardea es de hipersensibilidad ante cualquier pregunta de algún periodista acucioso.
Nuestros pueblos en Centroamérica deberán también dejar ya de permanecer en una especie de letargo, donde aquella visión de Francisco Morazán de la Patria Grande, de haberse realizado, hoy seríamos un país con un alto nivel de desarrollo y las demás bondades deseables, y precisamente esto deberán gritar nuestros líderes para proteger hasta donde sea posible a nuestra gente.
Estamos llamados, aunque sea desde nuestra humilde posición en el concierto mundial de naciones, a promover la paz, empezando por casa ejerciendo de manera expedita la justicia, motivar después con el ejemplo al cese de las guerras, de los abusos contra las mujeres en países totalitarios y teocráticos donde estas son vistas como enemigas públicas número uno y son sometidas a los peores vejámenes, pero jamás vemos a una de esas oenegés interviniendo en contra de semejantes crímenes contra ellas.
Ojalá que no se desborde el conflicto en Europa, continente de las luces para la humanidad, de las artes, de la cultura, de la ciencia, descubridores de las aristas de las cosmovisiones, es paradójico que en lo que llamamos “primer mundo” donde se supone que es donde nacen y viven los seres humanos más desarrollados, justo allí, por tercera vez se ponga a la humanidad en la orilla del abismo. Seamos instrumentos de paz.