Una es mujer y todo lo demás, pero eso no impide darse cuenta de que no estamos tomando muy bien que digamos esto de la liberación femenina.
Es muy cierto, imposible negarlo con tanta prueba por todos lados; a través de la historia no hemos sido tratadas como iguales, hemos vivido reprimidas, aisladas y por lo tanto frustradas por haber sido negadas de nuestros derechos desde el principio de los tiempos.
Muy afortunadamente existieron mujeres como Mary Wollstonecraft, que hicieron todo lo que estuvo en sus manos para hacer entender a sus congéneres contemporáneas que esa subyugación estaba mal, que esas reglas y creencias machistas estaban equivocadas. Y claro, esos movimientos no se quedaron ahí, sino que trascendieron y dieron frutos.
Un poco más adelante vivieron mujeres negras que lograron abrirle los ojos a otras que como ellas y estando habituadas a la esclavitud, seguían sometidas a los hombres de su entorno; maridos, hermanos e incluso hijos.
Hablo de gente como Sojouner Truth que después de ser esclava por cuarenta años simplemente no creyó que fuera justo al recibir su libertad, seguir en servidumbre de cualquier clase.
Total que hoy en día y gracias a nuestras antecesoras, somos libres. Pero, qué estamos haciendo con esa libertad? Acaso estamos enfocadas en ser la mejor versión de nosotras mismas? No.
Una buena mayoría está empecinada en la competencia y a veces parecería que hasta en la venganza con y contra ellos.
Algo que sin darnos cuenta, nos vuelve a poner en desventaja, nos estanca. Si esas mujeres de antaño pudieran ver lo que estamos haciendo con nuestra libertad, se volverían a morir.