El exgeneral, que lideró junto a su hermano la revolución sandinista en la década de 1970, se encontraba bajo el cuidado de una unidad médica en su hogar desde el pasado 21 de mayo.
Lo que se interpreto como exilio nicaragüense, es decir, un arresto domiciliario encubierto.
Poco después, el presidente Daniel Ortega lo calificó públicamente de «traidor» y lo acusó de haber «vendido su alma al diablo».
Lo anterior, tras condecorar al agregado militar de Estados Unidos en 1992, cuando Humberto dirigía el ejército nicaragüense.
Estas tensiones familiares salieron a la luz poco después de que Humberto Ortega ofreciera una entrevista al portal Infobae, en la que lanzó duras críticas al régimen de su hermano.
En esa ocasión, calificó de «dictatorial» al gobierno de Daniel Ortega y cuestionó la posibilidad de que su sobrino, Laureano Ortega Murillo, pudiera suceder a la actual pareja presidencial.
La cual esta integrada por el presidente y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
Un protagonista de la revolución sandinista
Humberto Ortega, uno de los principales líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), junto con su hermano, que derrocó la dictadura de la familia Somoza en 1979.
Como ministro de Defensa durante el primer mandato presidencial de Daniel Ortega (1985-1990), Humberto jugó un papel clave en la creación del ejército sandinista.
Así como también, en la lucha contra la contrainsurgencia respaldada por Estados Unidos.
A pesar de la derrota electoral de su hermano en 1990 frente a Violeta Chamorro, Humberto, sorprendentemente mantenido en su puesto como jefe del ejército por la nueva presidenta.
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Esta decisión, promovida por el influyente ministro Antonio Lacayo, vista como una estrategia para garantizar una transición pacífica tras años de guerra civil.
En 1995, Humberto Ortega se retiró de la vida política y militar, dedicándose a la escritura y al mundo empresarial.
Aunque su figura nunca dejó de estar asociada al sandinismo y a la historia reciente de Nicaragua.
Su muerte marca el fin de una era en la política nicaragüense, mientras persisten las tensiones familiares y políticas dentro del país.