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martes, abril 23, 2024

MATALASCALLANDO: Qué tonta

“Por la boca muere el pez”. Dicho popular.

Ing. Carlos Mata
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Su nombre nunca se supo, (y esto es real, sucedió allá por 1974 en el barrio El Benque, cerca del hospital Leonardo Martínez), pero le decían en el barrio su cruel apodo que era “Pura Babosada”, y para aclarar gargantas y no ofenderlo la gente le decía solo “Pura” y él contestaba automáticamente: “¿Pura qué?” La cuestión es que era el mil usos de la cuadra y la gente lo requería en extremas necesidades ya que siempre por ley se quedaba con los vueltos cuando lo hacían ir a las truchitas o donde fuera. Era un mal necesario.

Resulta que un día, el amigo Pura decidió dar un salto de audacia y se fue a tocarle el portón a la comadrona de la zona, cuando al hospital le faltaban médicos simplemente la mandaban a llamar a atender partos. La cuestión es que la doña le abrió la puerta y andaba todavía en el cabello unos cartuchos hechos con los tubos que quedan del papel higiénico, y a uno le recordaba a doña Florinda, la del Chavo del 8. ¿Qué querés, Pura?, le preguntó, y el muchacho le dijo que andaba un paquete debajo del brazo y le dijo, no doña, es que su marido me mandó donde usted para que usted me pagara esto. Era un pesado paquete envuelto en una caja (llena de piedras, por cierto) y periódicos. ¿Y qué es eso?, ante la pregunta, Pura le dio una tarjeta de presentación toda arrugada y sucia y le dijo que era de parte de su marido.

No fregués, Pura. Mi marido se llama Nicomedes Tepito y aquí dice Braulio Monigote, Casa de Empeños y mi marido se dedica a fabricar melcocha y alcitrones de exportación. Y Pura, al verse descubierto le dijo que esa tarjeta era de un amigo de su marido y que lo acababa de conocer. Mire cómo va la mentira prosperando. ¿Y qué es lo que querés al fin?, y Pura respondió que su marido me pidió que viniera a venderle esta caja por mil lempiras, o sea por dos moraditos.

En eso se despierta esa furiosa cualidad instintiva femenina llamada curiosidad y le preguntó qué contenía esa pesada caja. Pura se puso más pálido de lo que ya era y en eso encendió un cigarrillo que la habían dado de chascada en un comedor de ahí cerca, estaba un tanto arrugado y aplanado y con un fósforo suelto lo frotó con la orilla de una cajita para alumbrarlo. Ahí nomás Pura le respondió que era un lingote de oro, y que no podía andar cargándolo todo el día.

Su marido me dijo que usted lo compraría. ¿Y vos crees que soy tonta?, no creo doña, pero su marido también me dijo eso, que usted es tonta. Mira Pura, ese viejo así me pasa diciendo todo el día, desde que lo conozco. Más bien dejá esa caja ahí en el corredor, ya te traigo las mil bolitas, esperame. El negocio se realizó y solo dijo la doña que iba a esperar a su marido y que se las iba a pagar todas juntitas, pues me di cuenta del timo que me estás haciendo Pura, llevate el billete a ver si sigue diciendo que soy tonta.

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