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jueves, septiembre 12, 2024

Libro abierto

Hoy me pasó algo raro, la verdad, raro, fíjese compa, casi tan raro como encontrar un político honrado o diez millones de dólares en la parada del bus, que para fines prácticos es lo mismo.

Pues le cuento, iba apurado como siempre, sacando que pasará un rapidito donde pudiera por lo menos agarrarme a la puerta y llegar a la chamba, ya sabe usted compa que esos bárbaros pasan tan llenos que allí donde caben diez van cincuenta, creo que ni los que hicieron esos carros se imaginaron eso y ni digamos si paran, hay que encaramarse de volada, rogándole a Dios que nos podamos prensar de algo porque si no, ya se lo llevó quien lo trajo. La cosa es que supongo que la suerte hoy me chineó y pude agarrar uno, aún con el corazón en la boca, como cosa rara, logré un cabito de asiento, eso sí con la ley de Horacio, ya sabe compa una nalga aquí y la otra en el espacio…

A mi lado iba una señora seria, callada ella, y de mirada algo arisca, de esas personas que ha visto por todos lados, como haciendo que no existe para que no la joroben, creo yo. Bueno, yo como ya días aprendí a no ser chute, me puse a ver con interés la puerta del bus y la pobreza que pasaba a la carrera afuera. Mire, me dijo la doña señalando un periódico, yo más sorprendido, que interesado, que estuviera viva y peor con ganas de comunicarse, le respondí como se acostumbraba aquí hace miles de años, ya una costumbre olvidada creo: ¿mande?, le dije, recordando mi infancia cuando se saludaba al llegar, se pedía la bendición a los mayores y otros ritos ya enterrados por el internet y la ignorancia, creo yo.

Mire, dijo ella, señalando con los labios, ahora resulta que el señorón tiene una enfermedad de esas que lo matan a uno, gran revuelo le han hecho, y ese otro señor soltando la sopa, no por preocupación, no por ayuda, solo por aprovecharse del momento. Sí son cosa seria éstos, me dijo, es lamentable que un paisano se enferme y se pueda morir, yo conozco esa enfermedad y la he visto comerse a varios, los agarra como una boquita morbosa ¿sabe?, se lo come despacito y calladito, hasta que ya no se puede hacer nada, es terrible eso, pero lo más terrible es que le saquen la vida a uno, como un libro abierto y que se aprovechen de eso. Aquí todo lo que tiene que ver con la política tiende a ser sucio, corrupto y oscuro, me dijo seria, pero hay líneas que no hay que pasar. Hasta si le pone mollera, me dijo, ese señor enfermo, esté o no, en teoría no tiene que ver nada con el Gobierno, solo es el esposo de alguien en un puesto importante, aunque muchos crean que es al revés, ahora si su señora esposa se enfermara allí sí es problema, bueno otro más, ¿verdad? Porque ella es la que juró, no el marido, pero ahorita lo que importa es la dignidad y el respeto a la privacidad de un paisano más, sea o se crea importante o sea el más sencillo del país, ¡eso no se hace! Indignada estoy yo, me dijo, viendo pasar la pobreza a la carrera por la puerta del rapidito, ¿se imagina los que quieren mandar? Si son capaces de sacarle la vida privada a uno, como un libro abierto, no es nada bueno lo que viene, me dijo seria. Bueno, me dijo de presto, se levantó como gata vieja y casi aventada desapareció por la puerta del rapidito, yo solo me quedé ya más sentado, con el eco de su plática y el periódico que me dejó. Sí, me dije pensando, viéndolo así, tiene razón, uno no es un libro abierto a ser leído por todos, hay cosas que mejor se deben respetar. Agarré el periódico y me bajé en la siguiente parada, casi a la carrera, pensando en no quebrarme la madre en la acera y pensando en la plática rara que tuve, como esos faros que alumbran en la oscura ignorancia, una luz pequeñita que ve más allá de lo que nos dejan ver.

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