28.9 C
Honduras
jueves, marzo 28, 2024

LETRAS LIBERTARIAS: Para los amantes del estatismo

Hector A. Martínez (Sociólogo)
[email protected]

Si uno se fija bien en el organigrama del gabinete del actual gobierno, se dará cuenta de que existe una marcada tendencia hacia lo político e ideológico, que hacia los temas económicos. Es natural: es un gobierno que se ha declarado “de izquierdas”, y cuando eso sucede, su agenda se enfoca más en el gasto que en la generación de riqueza. El propósito es uno solo: arrancar aplausos, simpatías, y mantenerse en el poder por un tiempo indefinido porque cuatro años no son suficientes, aseguran sus líderes.

A los políticos que siguen esta tendencia, los economistas libertarios como Rothbard, Mises y Buchanan les denominan “amantes del estatismo”, porque están convencidos de que es un deber ineludible del Estado ofrecer bienes y servicios gratuitos debido a que los precios en los mercados privados son inaccesibles para las mayorías empobrecidas. Entonces, nada mejor que el Estado para salvar a los desamparados de las garras del capitalismo salvaje, aseguran los demagogos cada vez que pueden.

Los gobiernos con una fuerte inclinación hacia el estatismo suelen mantener una gigantesca burocracia institucional, una desmesurada promoción del clientelismo político, y una menor preocupación por el sector privado, a menos que se trate de obtener los impuestos necesarios para mantener el inmenso aparato estatal. De hecho, este es el punto que más les interesa, no porque sea el combate a la pobreza el punto focal de sus agendas, mucho menos el crecimiento económico sostenido; al contrario: un buen porcentaje del presupuesto está destinado a rellenar los bolsillos de las rémoras gremiales que danzan alrededor del Estado, porque los políticos creen que sus líderes arrastran a las masas para que apoyen al gobierno. Eso lo explica todo.

Hay de estatistas a estatistas: los encontramos de derechas, de izquierdas, u ostentando el sambenito de “Tercera Vía” que tanto gusta a los ilusos que creen que lo mejor del capitalismo puede combinarse con lo mejor del socialismo. En Honduras, los nacionalistas y liberales han sido los campeones de esta devoción cuasi religiosa por el estatismo. Jamás trataron de soltar las amarras; al contrario: se sintieron como peces en el agua con ese sistema empobrecedor que se preocupa más por el poder que por el crecimiento económico, pese a que en el discurso siempre aparece la promesa del progreso. Pero todo es mentira.

El nuevo gobierno presenta sus mejores credenciales estatistas, diríamos, en mayor grado que aquellos, es decir, más cercano al extremo negativo de una recta numérica, si lo pensamos en términos algebraicos. En el extremo negativo de esa línea unidimensional podríamos ubicar a los gobiernos de Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, y próximamente Bukele en El Salvador. En el medio, a los Estados Unidos y, en el extremo derecho, a Estonia, Singapur y Hong Kong, por mencionar algunos. A Honduras no sabríamos en qué punto de la recta ubicarla en este momento, porque nadie sabe hacia dónde se dirige el barco, hablando en términos económicos.

Pero lo peor de un gobierno no es solo que demuestre su pasión estatista, sino también que concentre todos sus esfuerzos y recursos en asuntos politiqueros, dejando por fuera la organización seria y responsable de la productividad nacional. En otras palabras, cuando un gobierno se mueve más para concentrar el poder, en nombre de la equidad y la justicia, pero no mueve un dedo para fomentar una estrategia nacional de crecimiento económico, es un gobierno cuyo proyecto político se dirige irremediablemente hacia el fracaso histórico, y sus líderes hacia la deshonra y el desprecio.

Necesitamos una reorganización seria y radical del país que nos lleve a reducir la presencia del Estado en la vida nacional, mientras se fortalecen los mercados de bienes y servicios. Requerimos con urgencia despolitizar las organizaciones intermedias como los sindicatos, gremios y asociaciones privadas. Necesitamos cortar la malva de los privilegios empresariales, estimular la libre competencia y salir a conquistar los mercados globales. Solo así lograremos generar riqueza nacional. Con un gobierno socialista y concentrador del poder, podemos imaginar el sombrío paisaje que nos espera.

 

Artículo anterior
Artículo siguiente
- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: