“QUE lindo relato. –mensaje del compañero constituyente– Muy bien escrito”. “Me gusta y me causa respeto y admiración”. “Pluma excepcional, aunque “el enjambre”, a veces, busca malograrlo todo”. “Me recuerda a mi “Catreca».
Una lectora del colectivo: “Púchica presidente, que buena lección de vida; agradecer siempre a Dios”. “Por dura que sea la situación presente, siempre hay algo bueno”.
“Quien agradece en lo poco, será bendecido –fue una frase de una homilía que escuche– y jamás he puesto en práctica; solo quejarme, sin darme cuenta que solo con un día más de vida, es un día más del amor de Dios hacia mí”.
Alusivo a la conversación de cierre: (¿Y vos –tercia el Sisimite– conociste a Fofo? -Claro –responde Winston– por acá anduvo y de repente desapareció. – ¿Pero no crees – prosigue el Sisimite– que la carta cuento, es testimonio a la bondad de muchos corazones benévolos que recogen esos animalitos de la calle? -Por supuesto –asiente Winston– la moraleja para Fofo es que “donde hay poco, todo es bueno”.
Allá donde está, si bien no es el apartamento cómodo que tuvo por unos días cuando se creía don Fofo, es mucho mejor a lo que tuvo en su vida anterior, cuando era Firulais, ya que ahora tiene un hogar y familia cariñosa que lo quiere, lo alimenta y que lo cuida). “Ay que bonita carta –mensaje de la mamá de la nena de los cuentos– para la reflexión del colectivo”.
“Justo ayer le decía a la nena que ya días no hace un cuento y, pues, ya la conoce, no tiene pelos en la lengua, me dijo: «Es que ahorita no estoy inspirándome para escribir, solo para pintar». “Luego me fije que llegó llena de pintura en brazos, cara, cabello y me contó –aquí entre nos– que está pintando algo para el Hospital María”.
Un amigo empresario: “Que no se queje don Fofo que ahora se vive mejor en las afueras que en las ciudades llenas de crímenes, odio, celos, envidia, política sucia, drogas, etc., etc., como para querer regresar”. La lectora de los DD. HH.: “Tierna historia”. “Firulais o don Fofo es como los humanos, siempre queremos mejores oportunidades que nos permitan vivir según nosotros en mejores condiciones”.
“Quizás lo que él extraña no es el aire acondicionado, ni el paseo con arnés, sino más bien la compañía de la “pitbull” de quien seguramente se encariñó y la extraña”. “Firulais prefería compartir un espacio pequeño que vivir solo en una amplia casa de campo”.
“Pero no siempre se pueden complacer los deseos de nuestras mascotas, a veces, aunque nos duela el alma, tenemos que dejarlos ir”. “Y es peor aun cuando han sido ellos nuestra única compañía en casa y han crecido a nuestro lado con mejores modales y mayor lealtad que un humano”. Otro buen amigo: “Aquí en San Pedro recuerdo que hace años la municipalidad recogía los perros vagabundos”.
“Un carro de paila que en lugar de «camper» contaba con un enrejado con una puerta a manera de jaula”. “Se conocía como, «la perrera municipal».
“Los vecinos estábamos conscientes que nuestra mascota no debería de andar de vago o vaga por ahí, caso contrario se lo llevaba la «perrera municipal».
“Actualmente las cosas han cambiado”. “Pero hay iniciativas privadas, ya se creó el primer parque para perros, que se encuentra ubicado en la colonia Trejo”.
“Cuenta con área verde, espacio para arena con obstáculos, una alberca para que los perros puedan nadar y un muro para que los perros escalen a cazar un señuelo y fortalecer sus patas y mordida”. “A ver qué día se deja venir Sir Winston”.
(Mirá –tercia el Sisimite– la vieja amiga dice que “las historias de perros me conmueven tanto” y pregunta ¿por qué aquí no hay “perrera municipal” o lugares de acogida? -Será –ironiza Winston– por lo mismo que no hay un montón de otras cosas que se necesitan.
Sé que ella habla de los “perros” con cariño, pero como las palabras dependen del tono con que se pronuncian, otros se refieren a los perros dándole al término un matiz distinto. – ¿Y vos qué sos –pregunta el Sisimite– no sos chucho? -Aparentemente –responde Winston–pero en mi casa he escuchado decir que “perro” no soy, sino “ciudadano”, con todas la de ley).