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lunes, mayo 5, 2025

¿Las goteras?

“JA, JA, JA –mensaje de un viejo amigo– ese final estuvo genial y es cierto, no hacemos mínimamente lo mínimo. Ja, ja, ja”. Alusivo al cierre: (Lo que hemos venido diciendo –entra el Sisimite– es crucial fomentar un uso consciente y equilibrado de estas herramientas, así como promover la educación digital para mitigar sus efectos negativos.

-¿Y quién obliga –inquiere Winston– a las empresas tecnológicas asumir responsabilidad ética en el diseño de sus plataformas y algoritmos? -Además – vuelve el Sisimite– no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni fatalidad más cierta que el enfermo que no quiere curarse.

-Como el cuento aquel –ilustra Winston– del tipo que pasaba la vida quejándose de su mala suerte. Todas las noches rezaba diciendo: -“Dios mío, ¿por qué no me ayudas? Solo quiero ganar la lotería”.

Esto se repetía durante años hasta que un día, harto de escucharlo, Dios le respondió con voz tronante: -“¡Por el amor de mí mismo, al menos compra un boleto!”).

Sobre el mismo cierre la leída lectora: “ja, ja, ja «por el amor de mí mismo»… Para lo que sirven las redes es para encontrar perspectivas interesantes que como grafiti logran captar la atención del transeúnte casual”.

“Excelente editorial –mensaje de otra amiga lectora– la poca gente que tiene trabajo, pierde su tiempo por estar con esos aparatos, y no se diga los niños, su juguete preferido”. La odontóloga compañera de escuela: “Justo hace un par de días leía el artículo sobre “DeepSeek” que salió en LA TRIBUNA; y mi hijo me había mencionado lo mismo.

Iba a preguntarte ¿si ya la habías probado y si supera al Chat-GPT?”. “Hay un libro que voy a buscar para regalarte sobre el tema del abuso de la tecnología y la adicción a ella”.

Otra buena amiga: La historia de Winston en la conversación de cierre, me hizo recordar esta otra: “Un hombre naufragó y quedó varado en una isla desierta. Día tras día, rezaba:

-“Dios mío, por favor, sálvame de esta isla”. Un barco pasó y la tripulación le ofreció subir. El hombre respondió: -“No, gracias. Dios me salvará”.

Más tarde, pasó un helicóptero y le lanzaron una cuerda. Él volvió a rechazar la ayuda: -“No, Dios me salvará”. Finalmente, murió de hambre y sed. Al llegar al cielo, indignado, le reclamó a Dios: -“¡Señor! ¡Recé con fe y no me salvaste!”.

Dios suspiró y le respondió: -“Te mandé un barco y un helicóptero. ¿Qué más querías?”. Otro lector manda al colectivo su contribución: “Un día, un campesino descubrió que su burro había caído en un pozo seco.  Intentó sacarlo, pero era muy pesado. Como el animal ya estaba viejo, pensó que lo mejor sería enterrarlo ahí mismo”.

“Llamó a sus vecinos y empezaron a tirar tierra al pozo”. “Al principio, el burro se desesperó, pero luego tuvo una idea: cada vez que la tierra caía sobre su lomo, él la sacudía y subía un poco más”.

“Después de varias paladas, el burro simplemente salió del pozo caminando”. “Moraleja: La vida te lanzará tierra encima. Sacúdela y sigue adelante. O quejarse y quedarse hundido”.

(Bonitas las historias –entra el Sisimite– pero el tema es sobre la indiferencia de indolentes que no hacen nada aun sabiendo que ese algo les perjudica.

Como esta que te voy a contar: Un tipo llevaba años sintiéndose mal, pero nunca iba al médico. Cuando en su casa le insistían que fuera, él respondía: -“Miren, si voy, seguro que me encuentran algo malo”.

-“Pero si no vas y tenés algo grave”. El maje suspiró y dijo: -“Sí, pero si no me lo dicen, al menos no tengo que preocuparme”.

-Como el tipo aquel –interviene Winston– con agujeros en el techo de su casa. Cuando llovía, se quejaba porque entraba agua por todos lados y se le inundaban los cuartos.

Su vecino le preguntó: -“¿Por qué no arreglas las goteras?”. El tipo respondió: -“Porque cuando llueve, es peligroso subir al techo”. -“Y cuando no llueve?”. -“Ah, cuando no llueve… no me doy cuenta que hay goteras”.

Pero el colmo es este otro cuento del idiota que estaba en un sofá recostado cuando alguien entró corriendo y le gritó: -“¡Tu casa se está incendiando!”. El hombre bostezó y dijo: -“¿Y ya llamaste a los bomberos?”.

-“No, pensé que tú lo harías”. Cambiando la posición de las canillas que tenía elevadas sobre el colchón del sofá, suspiró: -“Bueno, si los dos pensamos lo mismo… será cosa del destino”).

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