“El Samán de Güere –mensaje de la doctora amiga– recibió su nombre del valle donde se ubica, un vasto territorio entre las poblaciones de Turmero y Maracay”. “La palabra Güere es de origen indígena que significa “zona de rayado”, probablemente porque en los terrenos que rodean al monumento se sembraba, cosechaba y «rayaba» la yuca en la preparación del casabe de yuca indígena”.
“En 1957 cayó de la copa una inmensa rama del árbol que acabó matando a un hijo del samán que había sido sembrado a su lado”. “En homenaje al hecho, el presbítero de la zona compuso el conocido Himno al Samán de Güere: “Aunque tu tronco hiere la garra de los siglos, tu gloria nunca muere”. Alusivo a la conversación de cierre:
(¿Y vos crees –tercia el Sisimite– que, si los tres negociadores soplan fuerte, al mismo tiempo, mientras la “preocupada comunidad internacional” saca otro pronunciamiento, informando al mundo que el trío está soplando a todo pulmón, que tumben la autocracia? -Hoy vos sos –interviene Winston– el sarcástico. ¿Y te sabés el cuento del juramento de Chávez, inspirado en el pensamiento de Bolívar, que junto a otros compañeros de armas hicieron frente al Samán de Güere? -Claro –responde el Sisimite– y ahora Maduro piensa que él es el Samán de Güere. –
Pues –interrumpe Winston– a propósito de soplar, hay una leyenda que relata lo que le sucedió a un robusto samán de grueso tronco que se burlaba de la debilidad de un junco. Cierto día sopló un viento fuerte y lo arrancó de raíz. Mientras el pequeño junco, flexible y humilde, se dobló y se volvió a levantar cuando pasó la tormenta. Moraleja: Los juncos venezolanos que depositaron sus votos para derrotar la autocracia, van a resistir los vientos violentos del ultraje y de la represión). “El Samán de Güere –ya referido al afamado árbol bajo cuya sombra acampó Simón Bolívar durante la guerra de independencia– es un árbol histórico ubicado en las cercanías de Maracay, en el estado de Aragua, Venezuela”.
En uno de los aniversarios de la muerte del Libertador, Hugo Chávez, siendo teniente del ejército venezolano, junto a otros compañeros de armas, prestaron juramento bajo el Samán de Güere, inspirados en los ideales bolivarianos, de luchar por la refundación de la patria y rechazar el sistema político y social prevaleciente en su país.
Allí nace el Movimiento Bolivariano Revolucionario, una organización clandestina, que años después se transforma en el movimiento político con el que Chávez alcanza el poder. El árbol murió en el año 2000, pero el sitio donde estuvo sigue siendo un símbolo de reverencia como lugar de peregrinación de sus simpatizantes. Entre los otros militares que junto a Chávez prestaron juramento figura Jesús Urdaneta Hernández, uno de los fundadores del MBR-200, compañero suyo en el intento de golpe de 1992. A su salida en 1994 se unió a la campaña que llevó a Chávez a la Presidencia, hasta el 2000, crítico de la Revolución Bolivariana, se distanció de su jefe.
Otro de los compañeros fundadores del movimiento e involucrado en el intento de golpe de 1992 fue Yoel Acosta Chirinos. Se alejó de Chávez, se postuló como candidato presidencial sin obtener apoyo significativo. Raúl Isaías Baudel fue el general que lideró la operación militar que devolvió a Chávez al poder después del golpe de Estado del 2002.
Años después, Baudel se distanció de Chávez al oponerse a la reforma constitucional propuesta por el presidente. En 2009, fue arrestado y condenado por corrupción, y fue visto por muchos como un ejemplo de la represión del gobierno contra sus antiguos aliados que se volvían críticos”.
(Pero volviendo al trío soplador –tercia el Sisimite– ¿crees que a soplidos boten la autocracia? -Me remito a la fábula de Esopo –interviene Winston– el viento del norte y el sol discuten sobre cuál era más fuerte. Deciden ponerse a prueba. Quien logre quitarle el abrigo a un viajero allá abajo sería el ganador. El viento del norte sopló con todas sus fuerzas, pero cuanto más fuerte soplaba, más se envolvía el viajero en su abrigo. Luego, el sol brilla cálidamente, y el viajero, al sentir calor, se quita el abrigo. La moraleja es que la suavidad y la persuasión son más efectivas que la fuerza bruta. -O sea –interrumpe el Sisimite– lo que sugerís que no es con fuerza bruta que van a quitar al autócrata.
-Bueno –replica Winston– esa es la moraleja de la fábula, pero a ese prójimo no hay persuasión que vaya a disuadirlo que suelte el poder; y el abrigo de déspota tirano no se lo quita, pese a que ya días le pega el ardiente sol. -Me gustó más tu cuento –vuelve el Sisimite– del “Samán de Güere” y la resistencia de los juncos humildes y flexibles. -Pero leíste –exclama Winston– que hace años se murió el legendario samán del juramento. Si mueren los árboles gloriosos, con mayor razón que tarde o temprano tiene que llegarles la hora a las autocracias infames).