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jueves, mayo 9, 2024

La equidad social: cosa de dos

Hace unos días, un dirigente sindical, de los que estamos acostumbrados a ver en los medios, lanzaba una propuesta denominada Pacto Social Laboral que incluye, entre otras cosas, una distribución más equitativa del ingreso para evitar la migración de mano de obra calificada y la pobreza.

La propuesta no es descabellada, creo que, hasta cierto punto, es bienintencionada por parte de la dirigencia sindical. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos cuando manejamos el discurso de la equidad-inequidad que, por lo general, se ha desviado de su esencia y ha creado lo opuesto a lo que buscamos.

No hay distribución sin ingreso, ni hay distribución equitativa si no se dirige ese ingreso a la dotación de bienes y servicios de buena calidad. Eso, por un lado. Por el otro, para que exista una buena distribución del ingreso toda administración estatal debe contar con una recaudación fiscal lo suficientemente grande como para distribuirla entre la población, esto es, educación, salud, seguridad e infraestructura, esenciales para mantener una masa laboral sana, educada y con indicadores de seguridad de todo tipo. Que la distribución sea o no equitativa depende solamente de cada gobierno.

Para que exista una buena recaudación fiscal se requiere de un crecimiento económico sostenido, digamos, mayor del 5 % anual. Eso significa que la productividad nacional debe superar los estándares promedio como para mantener empleada la mayor cantidad de la Población Económicamente Activa -o PEA como se conoce-. Eso significa también, que la inversión local y extranjera deberá fluir en la mayor medida posible, y los diferentes rubros productivos se diversifiquen. Si un gobierno traba la inversión, por cualquiera de los valladares conocidos, como la inseguridad ciudadana o el irrespeto a la propiedad privada, debemos apostar a que este fenómeno tan necesario para mantener la estabilidad social, no se dará con puros discursos politiqueros.

En cuanto a los salarios, la Cepal siempre ha insistido en que éstos no deben superar el nivel de productividad de un país. No es solo de aumentarlos por decreto o por presión sindical para que el trabajador tenga más acceso al consumo de bienes y servicios. Tema espinoso hasta para los profesores de escuelas de negocios, los salarios dependen de la productividad, del valor agregado a los productos y del rendimiento por hora por cada trabajador. También dependen de la oferta y la demanda de cada puesto, de cada profesión. Como valor agregado se entiende, cuánta tecnología se aplica al producto para que sea de calidad y duración.

Pero hay más, sin una educación de alto nivel no podrán mejorarse los salarios, a no ser que se aumenten por decreto. Y eso es malo para la economía. Capacitar y capacitar, como decían los japoneses de la calidad total, para elevar el nivel de calificación de los trabajadores. A manera de paliativo, la Cepal recomienda que se abra el mercado laboral para insertar a los trabajadores menos calificados y reducir las barreras de acceso al empleo.

En conclusión, este asunto de la equidad social es cosa de dos, tanto del sector privado como del Estado. Es importante recalcar estas consideraciones -que no son inventos míos- para poder establecerlas en un gran diálogo nacional, de lo contrario, seguiremos estimulando los eternos conflictos, y de estos, ya estamos hasta la coronilla. (Ver artículos en www.latribuna.hn).

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