Recientemente las autoridades electorales hicieron la convocatoria oficial a elecciones primarias y generales para el año 2025. Apenas unas horas antes el Congreso Nacional aprobó el presupuesto especial para dichos procesos, después de una innecesaria tardanza motivada por la inclusión de normas que violentaban la autonomía del Consejo Nacional Electoral y que finalmente fueron eliminadas.
Esta convocatoria es oportuna para reflexionar sobre la participación de la juventud en el proceso democrático, sobre todo porque, a medida que los comicios se acercan, es evidente la desilusión de muchos jóvenes con la clase política.
Ese desencanto ha derivado no solo en una disminución de la afiliación a partidos políticos, sino también en una significativa apatía por votar. Este no es un fenómeno aislado ni reciente. Muchos jóvenes en Honduras sienten que los partidos políticos no los representan, y que el sistema está plagado de corrupción, ineficiencia y promesas incumplidas.
Esto crea una percepción de que la política es un “juego de poder” en el que sus voces no cuentan. En este contexto, no es sorprendente que opten por alejarse del proceso político, viéndolo como algo ajeno a sus preocupaciones cotidianas.
Este desencanto tiene múltiples causas. Por un lado, la falta de oportunidades económicas, educativas y sociales para los jóvenes genera una sensación de abandono. Muchos sienten que, sin importar quién esté en el poder, sus vidas no mejorarán. Además, el sistema político tradicional en Honduras ha sido históricamente excluyente, privilegiando a pequeños grupos y dejando a la juventud en un segundo plano. Esta exclusión contribuye a la creencia de que los jóvenes no tienen un papel importante en la toma de decisiones.
El desinterés por la política y la abstención en el voto pueden parecer decisiones individuales, pero colectivamente tienen un impacto profundo en el país. Cuando los jóvenes no participan, se pierde una voz crítica y transformadora en la arena política.
La juventud, por naturaleza, es innovadora, con ideas frescas y energías renovadas que pueden revitalizar las instituciones democráticas y llevarlas a responder de manera más efectiva a las necesidades de la sociedad.
La falta de participación juvenil también perpetúa el statu quo. Al no involucrarse en los partidos políticos o en las elecciones, los jóvenes ceden el poder de decisión a generaciones anteriores, cuyos intereses y prioridades pueden no alinearse con los suyos.
En esencia, al no participar, los jóvenes renuncian a su capacidad de influir en las políticas que afectarán su futuro. Además, la abstención generalizada puede erosionar la legitimidad de los procesos electorales y debilitar las instituciones democráticas. Es fundamental que los jóvenes comprendan que su participación política es clave para el desarrollo de Honduras.
Los partidos políticos necesitan jóvenes que los desafíen y que propongan nuevas ideas. Los jóvenes pueden desempeñar un papel crucial en la lucha contra la corrupción, la defensa de los derechos humanos y el impulso de políticas que favorezcan el crecimiento económico, la justicia social y la equidad.
La participación en los partidos políticos no significa necesariamente adherirse a los partidos tradicionales. La creación de movimientos, organizaciones de base y grupos de presión política también son formas válidas de participación.
Estas plataformas permiten a los jóvenes articular sus demandas de manera colectiva y ejercer presión sobre los partidos para que incluyan sus prioridades en las agendas políticas.
El voto, por otro lado, sigue siendo una de las herramientas más poderosas en una democracia. A través de este, los jóvenes pueden expresar sus preferencias y contribuir a elegir a los líderes que mejor representen sus intereses.
Si bien es cierto que ningún sistema es perfecto, y que ningún candidato es ideal, el voto sigue siendo un medio esencial para garantizar que las voces de los jóvenes sean escuchadas.
La desilusión de muchos jóvenes en Honduras frente a la clase política es comprensible, pero no debe ser motivo para abandonar el sistema democrático.
Al contrario, es precisamente en momentos de crisis cuando esa participación se vuelve más decisiva. A través de su participación en los partidos y en el proceso electoral se puede garantizar que las voces de las nuevas generaciones sean escuchadas y que sus intereses sean representados.
Honduras enfrenta enormes desafíos, y la solución a muchos de ellos depende de la capacidad de los jóvenes para tomar las riendas de su futuro. No basta con criticar el sistema desde fuera; es necesario entrar en la arena política, participar, votar y construir un país más próspero para todos.