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martes, abril 23, 2024

EL UNICORNIO IDEOLÓGICO: Tiempos de confusión, tiempos peligrosos

Desde que este Gobierno asumió funciones, las cosas parecen haberse complicado, pero no crea que todo es su culpa. La verdad es que la relativa estabilidad social que hasta hace poco conocíamos se está desconfigurando, y tenemos que estar preparados para pasárnosla de crisis en crisis. No podemos seguir viviendo la vida ignorando los problemas políticos, económicos y sociales, como si se trataran de fenómenos ajenos a nuestra existencia, porque, como decía Zygmunt Bauman, la que vivimos hoy en día no es una crisis más, sino un trance peligroso que parece ser eterno. Con ello hacía alusión a que en el pasado, cualquier crisis social o económica llegaba un día a su fin, mientras la de hoy ha venido para quedarse, y no sabemos durante cuánto tiempo.

En nuestros días de juventud, el peligro era ideológico: nos limitábamos a ver las cosas como un conflicto entre derechas e izquierdas criollas, y más allá de las fronteras, un enfrentamiento permanente entre Occidente y el bloque socialista comandado por la Unión Soviética. Las luchas eran encarnizadas, desde luego, mientras los dos gigantes se empecinaban en obtener los recursos de otros países, a la par que imponían su poderío militar y su hegemonía geoestratégica. En Honduras, también experimentábamos el peligro -y las crisis-, pero sabíamos de qué se trataba y de dónde provenía.  Pero hoy en día, no. Hay una especie de confusión y de anarquía imperceptible para el común de los ciudadanos, incluso para los más estudiosos de las ciencias sociales.

Nadie sabe hacia dónde vamos, pero esta situación ya había sido experimentada en el siglo XIX cuando los estado-nación trataban de definir su derrotero una vez pasado el desmembramiento con España. Buscábamos reafirmarnos con doctrinas y filosofías que orientaran nuestros destinos: el liberalismo, por ejemplo.

Hoy en día, hay una voz estentórea que rechaza todo planteamiento liberal, bajo la justificación de no haber alcanzado nunca el progreso prometido, la “deidad” a la que aludía Octavio Paz en “Tiempo nublado”. El nuevo planteamiento también es un llamado moralizante contra las viejas estructuras de clase, y las entumecidas élites económicas que, por hoy, se encuentran faltas de orientación doctrinaria, a la espera que los Estados Unidos o las fuerzas militares de sus respectivos países saquen la casta frente a la ofensiva “izquierdizante”, en el caso de Latinoamérica.

Pero esta “nueva” izquierda tampoco presenta un planteamiento serio, puesto que se ha limitado -a falta de ideas refrescantes- a utilizar la vieja y desteñida tesis marxista, a manera de un ariete contra el “establishment” nacional. Lo peor de todo, es que esa oleada que ha bañado a varios países recoge en su seno a grupos “underground”, entre ellos, los movimientos LGBT, feministas y grupos étnicos, promocionados -léase bien- por el neoliberalismo financierista al que la izquierda tradicional jura destruir. ¡Cosas veredes!

Finalmente, resulta lamentable que toda esta confusión esté generando desconfianza, odios y miedos entre la gente, predisposición a la defensiva y a la ofensiva. Y cuando eso sucede, los gobiernos que abanderan la lucha moralizantemente ideológica optan por imponer el orden utilizando la fuerza policial, el estado de excepción y los gases lacrimógenos. Es el tiempo de los autoritarismos, la vuelta a los dominios de un mimetizado fascismo. Todo ello, como consecuencia de la confusión, la anarquía y la desorientación política.

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

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