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jueves, julio 3, 2025

¿El ruido?

UN receso a las divagaciones doctrinarias del Derecho. A propósito del griterío en la campaña política que, en este ambiente tenso y de conflicto entre extremos, opaca el debate cívico e ilustrado sobre los verdaderos problemas que aquejan a la sociedad, a la teatralidad de tantos espectáculos que hacen más bulla que beneficio, quisimos indagar –asistidos de fuentes de consulta y de la IA– sobre el origen y el contexto histórico de un adagio lapidario: “El bien no hace ruido y el ruido no hace bien”. “Es un aforismo profundamente arraigado a la tradición moral cristiana, aunque su origen exacto es complejo de rastrear”.

“Se atribuye comúnmente a San Francisco de Sales, (1567-1622) obispo y doctor de la Iglesia, conocido por su énfasis en la “humildad”, la “caridad discreta” y la “vida devota”, accesible a todos”. Otras lo vinculan a San Vicente de Paul quien fue contemporáneo de San Francisco de Sales (ambos del siglo XVII) y compartía su énfasis en la humildad y el servicio discreto. (Trabajó con pobres y enfermos en silencio, evitando reconocimientos).

La frase, aunque no aparece textualmente en ninguna de sus obras principales, sintetiza su pensamiento: “Las obras de caridad hechas en silencio son más agradables a Dios que las más ruidosas”. (Reflejo de su enseñanza sobre la discreción en la virtud). La frase condena la virtud performativa (ejemplo: limosnas públicas, oraciones ostentosas), aludiendo al Evangelio: “Cuando des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha”. (Mateo 6:3). “Cuando hagas limosna, no lo anuncies con trompeta […] que tu limosna quede en secreto”. (Mateo 6:1-4).

Crítica al fariseísmo: “Jesús condena la oración ostentosa (Lucas 18:9-14), principio que ambos aplican a la caridad”. En la teología cristiana, el “ruido” simboliza el orgullo espiritual, mientras el bien auténtico, brota de la gracia interior sin buscar reconocimiento. Coincide con la idea –filosofía estoica– de actuar según la virtud (sin esperar aplausos), resonando en Séneca: “El bien hecho con ostentación es en realidad un mal”. “La frase circuló como refrán oral en ambientes católicos, vinculado a la espiritualidad salesiana.

Aparece en compilaciones de dichos ascéticos del siglo XVIII, como el Flos Sanctorum, de Alonso de Villegas (1702), donde se cita en sermones sobre humildad”. “Algunas fuentes la atribuyen erróneamente a San Ignacio de Loyola, quizás por su énfasis en la “discreción de espíritus” (discernir motivaciones ocultas)”. “En el siglo XIX, se incorporó a la cultura popular como proverbio ético, trascendiendo el ámbito religioso”. “Advierte contra el “virtue signaling” (señalización de virtud) en redes sociales, política o vida cotidiana”. “Paralelos con el “wu wei” taoísta (acción sin esfuerzo) y el concepto budista de “acción compasiva no egocéntrica”.

“En un mundo hiper-conectado, – en la actualidad– subraya que el “impacto real” rara vez correlaciona con la ‘viralidad’”. (Aun cuando San Francisco de Sales –entra el Sisimite– figura en las consultas como “su referente doctrinal, la frase es “un legado colectivo de la sabiduría cristiana sobre la autenticidad moral”. “Su poder reside en desafiar la cultura del espectáculo, recordando que la ética genuina es silenciosa pero transformadora”. -La frase – suspira Winston– más que por su autoría “por su legítima recepción se fue haciendo parte del imaginario católico de la humildad práctica”.

Su poder está en la “sabiduría compartida”. “La paradoja es que el aforismo crítico del ruido tuvo un recorrido silencioso: nació en la reflexión salesiana, se encarnó en el trabajo vicentino, y se universalizó como proverbio anónimo”. Lo que motiva a continuar elaborando sobre este bullicio ensordecedor en el escenario político de hoy, –como el transmitido en redes y en los chats de iletrados, carentes de lectura,– donde lo menos que hay es discusión honda de los problemas que angustian al prójimo, con ánimo de encontrar soluciones).

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