Un viejo político nacional dijo una vez que el verdadero problema de la democracia era “que todos opinaban”.
Creo que, de no ser por eso, hasta los más grandes y terribles dictadores estarían de acuerdo con ese sistema de gobierno.
Lamentablemente la mayoría de los gobernantes, electos por las buenas o por las malas, cuando llegan al poder sufren un cambio mental.
De repente se vuelven infalibles, ninguna opinión ajena cuenta y, lo que es peor, llegan a creer que el país les pertenece.
En su cerebro se produce un cambio radical. Mientras estaban en campaña para llegar al poder juraban y perjuraban que la opinión del pueblo sería su guía de gobierno y que manejarían los dineros del pueblo con absoluta honradez.
De todas las campañas políticas que he seguido, aquí y en otros países, únicamente un candidato a la alcaldía de Sao Pablo -Brasil- utilizó como su lema la increíble frase “Roba, pero hace”.
Lo sorprendente es que ganó la elección.
¡La idea fue seguida muchos años después por otro político también brasileño, Paulo Maluf, quien la utilizó… y también ganó!
El problema es que la mayoría convierte en suyo el dinero del pueblo (¿roban, cierto?) y no hacen nada de lo que prometieron.
Cuando llegan, desde el más alto cargo hasta la más humilde “chamba”, sólo tienen dos cosas en la mente: Formar un capitalito que termine con su pobreza para siempre y, desde luego, tratar de conservar el poder.
Ese enriquecimiento muchas veces incluye parientes, correligionarios, amigos y hasta una que otra amante.
No me gusta especular, prefiero siempre ceñirme a los datos reales, pero creo que, si aquí se llevara a cabo una encuesta sobre el criterio de la gente en relación a la honradez de los gobernantes, el resultado no sería muy diferente a la realizada hasta el 2019 por una institución completamente profesional.
“En general la confianza es muy baja en América Latina, y cada día es más escasa. La mala gestión económica y financiera, los escándalos de corrupción y la desigualdad han causado estragos. Según Latinobarómetro, una encuesta de opinión pública anual en los 18 países de la región, la confianza en el gobierno descendió del 45% en 2009 al 22% en 2018, y la proporción de personas descontentas con la democracia aumentó del 51% al 71%.” ¿Cómo andaremos aquí, donde cada día estalla un nuevo escándalo sobre el manejo de los dineros del Estado?
A alguien se le metió en la cabeza la descabellada idea de hacer una cárcel en las Islas del Cisne, donde no hay agua y tampoco ningún servicio como electricidad, alcantarillado fluvial o sanitario. No hablemos de daño a las especies animales y vegetales que durante milenios han vivido ahí. Pensemos en el abastecimiento; todo, absolutamente todo tendrá que ser llevado de tierra firme y, posiblemente, también tendrán que sacar todo lo que sobre en barcos o barcazas, incluyendo los desechos sólidos a menos que decidan tirar al mar basura y aguas negras. Economistas nacionales e internacionales, ambientalistas y la mayoría de la gente está contra esa loca idea; ¿el gobierno escucha? Noup! Siguen adelante, aunque ninguno de los encargados de realizarla tenga experiencia o estudios sobre la materia. Cuánto va a costar la “ideita”, el presupuesto se mantiene en secreto por motivos de seguridad. ¿Habrá alguien ya formando alguna empresa para prestar el servicio de transporte? El Estado no dispone de una flota capaz de llevar todo lo que se necesita, desde el cemento y hierro para construirla hasta barcos cisterna con agua potable. La gente está en contra, todas las “islas cárceles” que han existido en el mundo han sido cerradas, la única que sigue operando es la Isla de Cuba, gigantesca prisión donde vive en condiciones terribles la mayoría de sus habitantes, excepto -desde luego- los del gobierno. La experiencia de otros países (Francia, Estados Unidos, etc) no cuenta. Ese es el problema, ese ha sido siempre el problema; los que llegan al poder generalmente no son los más capacitados y honestos, ganan las elecciones los que más le entienden al trámite. Apagar la luz, traslados de votantes, compra de delegados a mesas electorales, conteo de votos; ahí es donde la mayoría de las veces se ganan las elecciones. Un expresidente confesó que él había ganado con fraude. ¿Cómo pudo decir eso y cómo nadie hizo nada? Quizá porque los encargados de hacerlo también estaban disfrutando del poder. ¿Cambian de opinión los gobernantes cuando la mayoría del pueblo se opone a algún proyecto? Noup! La mayoría sólo cuenta cuando aprueba, el resto de las veces su opinión se convierte en un pequeño estorbo al que no hacen caso.