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lunes, junio 17, 2024

De Gaza para el mundo: protestar sin razonar

Me sorprende ver a muchos que han subido en su perfil de las redes sociales la bandera de Palestina o una fotografía personal luciendo una kufiya. Algunos son de ascendencia árabe, aunque la mayoría ignora la esencia del islam, el sionismo, la yihad y esas cosas. Jamás se han tomado el costo de buscar las explicaciones en los no menos de 6 millones de sitios en Google que explican el origen del conflicto.

Sospecho que la mayoría de los que postean opiniones en los hilos incendiarios que propicia Instagram y “X”, lo hace más por impulso que por convicción razonada. Por el contrario, los ideólogos de las agitaciones son fulanos medianamente cultos, con una visión sesgada del mundo, y que conocen al dedillo las técnicas de la manipulación y la propaganda. Luego están aquellos que compran sus ideas y las toman como válidas. Las masas, las organizaciones y los gobernantes que empatizan con “la causa”, hacen las veces de cajas de resonancia, nada más. Ahí está Gustavo Petro.

Es decir, la concordancia a una causa o a un movimiento, que se supone moralmente correcto, debería pasarse por la balanza del desapasionamiento, a pesar de la desinformación y el discurso de los activistas que pululan en las redes. Si sopesáramos nuestras opiniones, la preocupación del mundo no estaría centrada en los “malos” y en los “buenos”, sino contra lo absurdo de la guerra que tiene en este momento a Gaza y al Este de Ucrania, en ruinas.

Las publicaciones de los alborotadores no hacen más que contribuir a la profundización de las hostilidades y al recrudecimiento del antisemitismo y la islamofobia. De hecho, según reportes de medios serios -como Swissinfo y BBC- y de organizaciones que combaten la discriminación alrededor del mundo, los incidentes islamofóbicos y antijudíos crecieron, desde el 7 de octubre del 2023, en un 216 % y un 388 % respectivamente. Lo horroroso surge ahora con conductas históricamente regresivas como esconder la kipá y la estrella de David, o el hecho que los niños en las escuelas suecas, según la BBC, mantengan en silencio su origen judío.

Lo peor de todo es que las masas -como ahora sucede en ciertas universidades norteamericanas-, cuando siguen causas más inclinadas hacia las tendencias ideológicas del momento, terminan desatando al Prometeo de la discriminación, al Minotauro de los pogromos y las gorgonas de la violencia desenfrenada. Las verdaderas causas de los fenómenos sociales se esconden detrás de las apariencias que ofrecen los “mass media”. Lo decía Gustave Le Bond. De ahí que muchos se conforman con repetir consignas y recetas acartonadas, por facilismo, comodidad y flojera intelectual.

Así se va escribiendo la Historia, desgraciadamente; falseada por quienes encauzan las embravecidas aguas del fanatismo, que, muy a pesar de la Humanidad, casi siempre desembocan en los mares de la muerte. Y lo que debemos evitar con las protestas en favor de una Palestina libre y la crítica acérrima contra el Estado de Israel y su aventura en Gaza, es que se genere un amenazante y creciente antisemitismo y que, en dirección opuesta, las respuestas sean el doble de temibles. Todo por el afán de protestar en nombre de la justicia, sin ponerle seso y ecuanimidad al asunto.

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