El uso del doble apellido es una tradición castellana de la edad media que se fue popularizando con el tiempo hasta abarcar la totalidad de la península ibérica. Con la conquista, esta práctica llegó a América, la costumbre, también significó la pérdida de nombres ancestrales en el continente, salvo algunas excepciones de familias que siguen manteniendo apellidos prehispánicos como Moctezuma, Teutle, Cholula, Chan, etc.
Es habitual en el mundo hispano, llevar dos apellidos uno paterno y uno materno, también es muy característico que la mujer no pierda su apellido por contraer matrimonio, aunque a muchas les guste eso de colocarse la preposición “de” Pérez, Zelaya, Marqués, etc; eso es un error.
Usamos apellidos castellanos tanto por línea paterna como materna, podemos buscar genealógicamente a nuestros ancestros por sus apellidos hasta tiempos muy remotos, usar correctamente los apellidos no simplemente consiste en llevarlo a cuestas; hay que ser consciente de las consecuencias de su uso.
Vamos a poner unos ejemplos, si una señora se llama María Cristina Sancho Pérez y contrae matrimonio con el señor Juan Mendoza Cortés no puede llamarse bajo ningún concepto María Cristina Sancho de Mendoza ni firmar documentos con ese “nuevo nombre”, creado por el efecto del cariño a su pareja, esta señora, no pierde el apellido de soltera; conserva sus apellidos y punto. Llamarse de forma diferente de la noche a la mañana puede generar serios problemas a la hora del fallecimiento, cuando se vende una propiedad, o en el momento del matrimonio; los apellidos son cosa seria.
¡El caso del padre que no reconoce un hijo!… Situación habitual en nuestro entorno, los menores dejan de llevar el apellido de su legítimo padre y es sustituido por uno de la madre o por los dos de la madre (el hijo opera técnicamente como si fuese su hermano utilizando los mismos apellidos) el padre y la madre, independiente de la situación familiar, deben registrar a los menores con los apellidos paternos y maternos que, por derecho, les corresponde, es su filiación natural y no otra. No pueden prevalecer las peleas de “tripas y estómago” por encima de la razón, si lo que se busca es el “bien supremo del menor”. El menor debe llevar los apellidos que le corresponden. Negar el apellido a un hijo o no permitir que el padre lo otorgue es un atropello contra los derechos del menor. El problema es que llevar el apellido de alguien implica responsabilidades y es aquí donde muchos miran para otro lado.
Los apellidos mal escritos suelen ser otro dolor de cabeza, cuando las personas reclaman su documento de identidad o certificado de nacimiento y se encuentra con que el apellido o el nombre se encuentra mal escrito, no somos capaces de dimensionar la cantidad de problemas que esto puede generar. Por simple lógica, al cambiar el apellido, estamos hablando de dos personas diferentes y no de la misma persona, el problema es mayúsculo si lo prolongamos en el tiempo.
Otro ejemplo es el de los apellidos españoles compuestos, que en América difícilmente se encuentran, pero en España son habituales. Muchas personas con el afán de “reconocimiento” o con la pretensión de “notoriedad” forman “ridículos desastres” al unir apellidos, sin ton ni son pretendiendo tener un apellido compuesto.
Según la Real Academia de la Lengua R.A.E. “los apellidos compuestos son aquellos que están unidos por un guion, así como los que están unidos por una preposición («del», «de» o «y»)”.
Los apellidos compuestos aparecen por primera vez durante la Edad Media, más o menos en el siglo XII, con los apellidos de cualidad, o sea, los de las personas que poseían una herencia de la nobleza… Un apellido compuesto, por ejemplo, es el del héroe medieval, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador. ¿Cuáles eran las razones para crear los apellidos compuestos?
La primera razón era la de mantener el recuerdo de alguna personalidad notable de la familia. En este caso, se colocaba el apellido de los descendientes y luego el padrinaje del personaje en cuestión, así como en Pérez de Guzmán o Fernández de Córdova. La segunda razón era la de asociar el primer apellido con algún lote de tierra que tuviera la familia, un ejemplo, Núñez de Lara. En el medievo algunas personas utilizaban apellidos compuestos como un distintivo nobiliario, aunque éstos eran los menos… la mayoría lo hacía para evitar las confusiones dado que había personas que tenían el mismo nombre de otras debido a la repetición de los apellidos. La tercera razón es por gracia real, el rey le otorga la posibilidad a una persona de juntar los apellidos por algún acto de servicio importante al Estado; ministros, científicos, pintores se han visto favorecidos con esta medida. En España menos del 1 % de los apellidos son compuestos; por tanto, en América son mucho más difíciles de encontrar, de reconocer y de usar apropiadamente.
Son ejemplos de apellidos compuestos: Pérez del Corral, Laverde de la Rosa, Sánchez del Pinar, Ponce de León, Pava de la Torre, Linares-Rivas, Sánchez-Arjona, Zuleta-Reales, Delgado de Mendoza, Aguilar-Prieto, Alcalá de la Alameda, Cruz-Stuart. Del Río, Del Valle, Del Pino, Del Campo, Del Castillo, Del Olmo; entre otros. No por juntar apellidos se adquiere nobleza, no por juntar apellidos estos se vuelven compuestos. Llevemos con orgullo nuestro apellido sea cual sea y no permitamos; que se pierda o se descomponga.