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martes, marzo 19, 2024

CUADRANDO EL CÍRCULO: Los Nerones

La historia registra una tétrica y no tan exclusiva galería de sátrapas (déspotas, dictadores) entre los cuales destaca al decadente y cruel emperador romano Nerón.

Es esa una pléyade de tiranos capaces de arrasar con sus países por su exacerbado egocentrismo, su vanidad de considerarse elegidos por Dios y megalomanía en su ostentación de poder.

Según la Enciclopedia de la Historia del Mundo, Nerón fue un gobernante autoindulgente, violento, y un travesti exhibicionista que durante seis días incendió y devastó Roma matando a cientos y empobreciendo a miles, enloquecido en busca de inspiración para tocar su lira embelesado por la belleza de las llamas, de lo que culpó a los cristianos y los ejecutó en El Coliseo. Ese orate terminó solo (como casi todos) y ordenó a su secretario Epafrodito que lo matara clavándole un puñal en la garganta.

El manoseo e imposiciones recientes, de antes y seguramente después con los que desde el poder en estas honduras se manejan las instituciones públicas, sumado a las medidas despóticas de la pareja autócrata nicaragüense, Daniel Ortega y su mujer Rosario, en contra de sus opositores, nos recuerda el largo catálogo de absolutistas que en el deleite de sus caprichos y satisfacción de sus resabios son capaces de asolar o destruir sus países.

Los anales registran la Revolución Sandinista, en 1979, que sacó del poder a Anastasio Somoza, el último de tres miembros de esa familia (su padre y su hermano) que gobernaron y saquearon Nicaragua durante 42 años. Los Ortega, a la cabeza de esa revuelta en nombre del patriota Augusto César Sandino, los sustituyeron y llevan dirigiendo ese país 26 años interrumpidos en 1990 y retomados en 2007 hasta la actualidad.

Un símil se produjo en Cuba, ahí Fulgencio Baptista, dictador siete años en dos Gobiernos intermitentes, en su segundo tramo presidencial abolió la Constitución, encarceló a los opositores, reprimió las revueltas comunistas y se vinculó con negocios con la mafia y sus negocios de prostitución y apuestas,  hasta que llegaron el Che Guevara y Fidel. Baptista murió de viejo en Miami con lo robado; el guerrillero argentino fue asesinado sin nada en Bolivia, mientras que su comandante cubano y su hermano Raúl se quedaron en el poder 62 años en los que sumieron en la pobreza “aunque digna” a los cubanos.

En la República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo gobernó, saqueo su país y oprimió a sus ciudadanos durante 31 años a través de presidentes títeres, incluido un hermano. Sus desmanes provocaron su asesinato.

Porfirio Díaz gobernó México más de tres décadas, su despotismo denominado porfiriato ocasionó una enorme brecha entre ricos y pobres; y, en 1910, su decisión de mantenerse en el poder prendió la mecha de la Revolución Mexicana. Murió exiliado en Francia.

Similar a Baptista, en un lapso similar, otro remedo de dictador local, Juan Orlando Hernández, con cuatro años en el Congreso Nacional y ocho en el Poder Ejecutivo, también se hizo multimillonario, señalado por corrupción y juzgado por narcotráfico terminó en una celda en Nueva York. Antes, el terrateniente Manuel Zelaya quiso quedarse más en el poder, pero a los tres años y medio lo sacaron con un golpe de Estado.

Previamente, en estos lares catrachos hubo otros dictadores, como Tiburcio Carías Andino, quien en 17 años gobernó con mano dura con el apoyo de las transaccionales bananeras. Su mandato es un crespón negro por el luto ocasionado y oprobio en la época del “entierro, encierro y destierro”.

Destaca después el general golpista Oswaldo López Arellano, gobernante durante 12 años en dos períodos intercalados; con batallones vacíos enfrentó la agresión de El Salvador y sumió al país en la vergüenza y el descrédito mundial tras descubrirse un escándalo de corrupción conocido como el “Bananagate” en el que se embolsó millones de dólares en impuestos de la empresa bananera United Brands, que le sirvieron luego para fundar dos líneas aéreas y otros negocios.

En la lista de quienes se han sostenido en el poder a sangre y fuego por medio de la corrupción, y en nombre del anticomunismo unos  y otros por la patria, sobresalen Alfredo Strossner, con 35 años de gobierno férreo en Paraguay, Augusto Pinochet, general golpista que en 17 años en Chile desapareció a miles de opositores y apoyó a Gran Bretaña en su guerra contra Argentina por las islas Malvinas, y Jorge Rafael Videla, en Argentina, que en seis años desapareció a treinta mil opositores y casi se fue a la guerra con Chile por una isla.

En Panamá, el general golpista Manuel Antonio Noriega, socio del Cartel de Medellín y exaliado de la CIA, en seis años fue el “hombre fuerte” y sumió a su país en una crisis económica, política y social y provocó que Estados Unidos invadieran y casi arrasaran su nación en pos de su captura  lograda tras catorce días y tres mil muertos.

Se añaden en ese recuento de las dictaduras más nocivas para la región en las últimas décadas, la de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro (con orden de captura y recompensa por supuesto narcotráfico) , que desde 1999 a 2013 el primero, y desde entonces a la actualidad el segundo, en 24 años, en nombre del socialismo empobrecieron la alguna vez rica Venezuela.

Esos autócratas oprimieron y aterrorizaron a sus gobernados, y aún lo hacen a través de los presos políticos, violaciones de los derechos humanos, paramilitarismo, restricción de la libertad de prensa, y represión de las libertades individuales.

Lo nocivo, tóxico o dañino de esos gobernantes no es porque algunos estuvieron décadas enriqueciéndose en el poder, depredaron y saquearon el erario y aplastando a sus opositores, pues a algunos les bastó poco tiempo para dejar en la calamidad los países que manejaron con mano de hierro como su hacienda particular, y de lo que algunas naciones como la nuestra aún no se recuperan y así su calamidad parece ser una crucifixión eterna.

Herbert Rivera Cáceres
[email protected]

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