Por: Sergio Membreño Cedillo
Académico, escritor y ensayista
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@SergioAMembreo1
Esta columna se titula Emunah, derivado de la palabra hebrea fe. Caminar con fe. Esa es la actitud que debemos tener como ciudadanos; no es lo mismo el optimismo que es falaz, que la esperanza basada en la fe, porque creemos que Dios sí puede trasformar una nación.
La teoría de liderazgo no es nueva y tiene aportes conceptuales, académicos y prácticos muy difundidos en la literatura sobre el liderazgo. Sin embargo, hacemos referencia al liderazgo ético porque creemos firmemente que el mismo responde a la problemática central de nuestros países en Latinoamérica y Honduras.
El liderazgo ético orienta a la ciudadanía a tomar decisiones fundamentadas, tales como justicia, transparencia, confianza, honestidad, igualdad y respeto. Estos se expresan como respeto a otros, construir comunidad, servir a otros, mostrar justicia e integridad.
El liderazgo ético es una aproximación necesaria que el país requiere, porque Honduras está sumida en una corrupción profunda, pobreza históricamente elevada y una dinámica política y social basada en un caudillismo, que ha prevalecido en la historia de nuestro país, y que ha producido una captura del Estado.
La formación de líderes que prioricen la integridad, el respeto y la transparencia es esencial. Pero que a la vez inspiren a otros miembros de la sociedad a formarse como líderes transformadores. Un aspecto relevante del liderazgo ético es que, si orienta a construir comunidad, pero implica a trabajar con la gente y entenderla Valorarla como un ser humano y no usarla como parte del modelo clientelista predominante en Honduras.
Por ello, la empatía es fundamental, porque no hay liderazgo centrado en la persona misma sino en el prójimo, es decir, un liderazgo de servicio. Otro elemento en términos de desarrollo es la confianza. Las investigaciones del sociólogo Robert D. Putman (1995) son clásicas y muy conocidas en el desarrollo: sin confianza no hay desarrollo. En Honduras, la corrupción y la impunidad son hermanos gemelos. La corrupción sistémica y estructural existe en toda la sociedad. El caudillo alimenta la corrupción.
Hay un enorme riesgo de que la corrupción pueda también perpetuarse y esta es una dimensión que debe ser señalada con coherencia y preocupación.
En Honduras se ha perdido la lucha por la ética en la política, y, por lo tanto, se ha perdido la visión transformadora con una política sin ética. No hay respuesta a los problemas centrales del país. Nuevos caudillos, pero la misma visión del siglo XX y del siglo XIX, que se perpetúa en los partidos políticos.
La ética se origina de una visión y de la experiencia del bien común, pero el caudillo conspira contra ese tipo de liderazgo trasformador. En esencia, un sistema caudillista ha permeado la forma de operar de la sociedad hondureña y de su clase política. El caudillo ha dañado al país y su desarrollo.
Un liderazgo transformacional es requerido en esta Honduras que emerge en el siglo XXI. El pensador cristiano Jim Wallis (1995) nos dice que es fundamental un liderazgo enraizado en valores morales.
En ese contexto, requerimos en Honduras un liderazgo ético que inspire a la nación y que comprenda e incluya en su visión a los jóvenes y mujeres, a los pobres y los excluidos, a los grupos vulnerables y a los pueblos autóctonos.
El líder debe fundamentar su acción y su conducta en la ética política. En la visión griega, la política no se separa de la ética. En la visión hebrea, la integridad era el fundamento de cualquier accionar humano. El pensador y sociólogo León Strauss (1964) nos recuerda que la enseñanza política de los filósofos clásicos, a diferencia de sus enseñanzas técnicas, estaba dirigida en primer lugar, no a todos los hombres inteligentes, sino a todos los hombres íntegros.
Para la sociedad hondureña del siglo XXI, el propósito de construcción de un liderazgo ético no debe ser solo retórico, sino de corazón, mente y espíritu. Hay un desafío central en Honduras. Un destino histórico construido gradualmente entre las injusticias seculares y la pérdida de sus valores, reflejado en una extensa corrupción e impunidad.
Se requiere rescatar la política del caudillo por un liderazgo transformador basado en la ética. Mientras el país no tenga líderes con ética, muy difícilmente podemos esperar cambios trasformadores en Honduras.
Por ahí deberíamos de comenzar para cambiar el país. No es un líder carismático o mesiánico. Un líder único; sino más bien, un conjunto de líderes que el país requiere. En el plano político, implica un cambio fuerte en la forma de hacer política y de entenderla. Un liderazgo ético basado en los valores es construir futuro, con visión, ética y eficiencia; entonces, ese es el liderazgo que Honduras necesita.