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Honduras
martes, abril 16, 2024

¿Cómo rescatar un país sin refundarlo?

Por Raúl Peña

Refundar un país, es un término político que no tiene nada que ver con el que conocemos en el argot general, que evoca reconstruir una empresa, una ciudad en decadencia o un partido político fallido; ya sea cambiando su nombre, estructura o sistema administrativo. Refundar, como lo están pensando y queriendo aplicar los militantes de la izquierda hondureña, se enfoca en aplicar una doctrina internacionalista ya probada y fracasada en Bolivia, Ecuador y Venezuela, es una propuesta para eliminar, romper y dejar de lado a diversas instituciones, que han estado ligadas a nuestra vida cotidiana por muchos años y que, según ellos, son las causas de la desgracia de nuestro pueblo como la Iglesia, la empresa privada, el Ejército, la educación y la cultura.

No tiene nada que ver con una mejora económica o con sacar al pueblo hondureño de su endeudamiento, es más bien, un borrón y cuenta nueva en la historia del país; cambiando, mediante una asamblea nacional constituyente las leyes que más convengan a los constituyentes, quienes serían elegidos, casi por seguro, por los ejecutores del socialismo democrático y sus asesores latinoamericanos de izquierda.

Refundar no es nuevo y conlleva acciones de sublevación popular mediante grupos callejeros, como los colectivos, encargados de vender la idea de que es el pueblo que lo pide, además, en este proceso se mezcla la política y los movimientos sociales, para alcanzar el poder de una forma que ellos llaman democracia socialista.

El plan de gobierno de la presidenta es claro; realizar la consulta al pueblo para la elaboración de una constituyente que decidirá qué permanece y qué se va, impondrá nuevas leyes y formas de distribuir la riqueza, creará nuevos mecanismos sociales capaces de permitir una dictadura filosófica como se ha visto en muchas de las naciones que forman parte del Foro de Sao Paulo.

Refundar es un proceso, normalmente se produce para modificar substancialmente algo que fue fundado, por lo que, en esencia, implicaría cambiar la bandera, el nombre, la conformación del Estado, la distribución geográfica, su modelo educativo, la economía interna y sus relaciones internacionales, abandonar unos aliados y unirse con otros, deshacer lo hecho y crear algo nuevo que se adapte a un objetivo nuevo, algo que luce claramente imposible pues los cambios en los países se dan a través de sus culturas y la voluntad de su gente, no con documentos.

Pero eso… ¿cómo repercutiría en cada uno de nosotros, especialmente en los que no tienen cómo sobrevivir sin un trabajo?

El problema fundamental de Honduras es el bajo índice de desarrollo humano que tiene, o sea que aquí más del 60% de los habitantes no poseen casa, carro, alimento decente, educación para ellos y sus hijos, trabajo, acceso a un buen sistema de salud, seguridad física y jurídica, transporte eficiente ni apoyo para iniciar una nueva empresa, jubilación, mucho menos espacios de diversión o instituciones que le apoyen a desarrollar su creatividad e innovación.

¿Quién garantiza que eso se logrará con una nueva constitución?

Este y cualquier otro gobierno lo que tiene que hacer es volver eficientes sus instituciones haciéndolas menos extractivas, o sea, aquí si cabe el nombre: refundar el Poder Ejecutivo, haciéndolo menos corrupto, acabar el nepotismo, reducir el tamaño de la burocracia, respetar el plan de gobierno trazado, acaba con la impunidad propiciada desde los partidos políticos, encontrar la forma de generar 100 mil empleos por año, acabar con indigencia que azota a más del 10% de la población, crear oportunidades para ensanchar la clase media del 17% al 35% mínimo, utilizar el presupuesto en lo que se necesita y no en duplicar el salario de los diputados cada vez que se les antoje.

Y esto solo va a ocurrir buscando la convergencia de los distintos intereses de los actores sociales de la nación como la empresa privada, las iglesias, los educadores, los profesionales, los militares y policías, los estudiantes, los grupos conformados por las etnias, los auto empleados, la academia y la ciencia se sienten a trabajar por Honduras, apoyando al gobierno que esté de turno, pero controlando no caer en las garras de los intereses de los partidos políticos, ya que una vez que se es gobierno, se debe gobernar para todos los presentes y futuros hondureños.

De momento, la gran división entre los hondureños no permite las condiciones ideales, pero se puede alcanzar, sino veamos los casos de Uruguay, Chile, Alemania, Ucrania y muchos más que consiguen superar la perversidad política cuando se trata de proteger los intereses de la nación.

Eso sería transformar, sin refundar con malas intenciones.

 

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