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jueves, mayo 9, 2024

Clientelismo: la razón de ser del Estado

El clientelismo político en América Latina es la razón de ser del Estado moderno, y la lógica sobre la que se origina la corrupción estatal. Sin embargo, debemos distinguir entre lo que significa el clientelismo estatal y la clientela de los mercados privados, para no confundirnos y disponer de un punto de partida conceptual más claro. El cliente -ya se trate del Estado o de un mercado privado- demanda bienes y servicios que se adquieren bajo la misma lógica funcional de medios de intercambio o pagos que se efectúan de manera directa o indirecta.

En ambos casos se busca satisfacer necesidades a través de bienes y servicios que los agentes públicos o privados están en la obligación de colocar en los mercados. La disponibilidad depende de las necesidades del cliente: a mayor demanda, mayor productividad para disponer de un “stock” con suficientes unidades, según los requerimientos del público.  Pero hay una gran diferencia que comienza a marcar la pauta funcional y la efectividad entre ambos sectores: si una empresa privada no logra satisfacer la demanda, desaparece del escenario porque los clientes se irán a comprar a la competencia. En el Estado no importa si la demanda es o no satisfecha, la institución seguirá funcionando, nos guste o no, aunque sea a medio vapor.

¿De dónde proviene esta anomalía que, a todas luces, resulta injusta e inequitativa?  De la soberbia estatal y de su razón de ser que es la red clientelar de amigos y correligionarios.

Porque resulta que los funcionarios en una empresa privada son colocados para agregar valor al negocio. Si un empleado no cumple con este requisito, se va de “patitas” a la calle. En el Estado, el funcionario no está para ser eficiente ni efectivo, ni para agregar valor, sino para ser obediente y no deliberante. Es un seguidor de instrucciones y un observador de memorandos. Se coloca en el organigrama piramidal para hacer cumplir los mandatos políticos, no para satisfacer la demanda de los clientes, a pesar del discurso ornamentado de los secretarios de Salud, Educación o de Seguridad Social. Tampoco es colocado por sus conocimientos: basta con que sea miembro del partido. Dependiendo de su prestigio, será colocado en alguna zona de la pirámide burocrática: VIP o un simple operario.

Ello explica la mala calidad de los servicios públicos y el origen de la corrupción, porque resulta que el clientelismo no es solamente una agencia de colocaciones, también se manifiesta a partir del otorgamiento de favores, exenciones, permisos y licencias, licitaciones y un sinfín de etcéteras. ¿Qué ganadero no querría licitar para ofrecer la leche de la merienda escolar a nivel nacional?

El clientelismo es, además, una enorme estructura de transferencia de medios de pagos que emplea a miles de intermediarios: repartidores de bonos contra la pobreza, paquetes de ayudas y proyectos sociales. Todos regatean para conseguir la tajada mejor.

De esta manera, esa relación simbiótica entre gobiernos y amigos se convierte en el punto de partida para explicar el atraso económico, los mercados oligopólicos, el desaliento competitivo y el recelo por invertir en un país. ¿No es el clientelismo político, pues, la causa fundamental de la pobreza y las penurias de la población?

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