Rodolfo Dumas Castillo
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El encierro al que nos obligó la pandemia tuvo efectos devastadores en la economía, pero aún más en la salud emocional de los seres humanos. De manera imprevista e intempestiva perdimos nuestras libertades más básicas y aún hoy, cuando la crisis finalmente se está superando, persisten algunas secuelas psicológicas para quienes no lograron asimilar el aislamiento o controlar la ansiedad generada por tanta incertidumbre. Durante los primeros días de la cuarentena, muchos aprendieron a cocinar, tejer, hacer manualidades, pintar y muchas otras actividades que inclusive culminaron con la creación de nuevos emprendimientos. Sin embargo, tenemos la impresión que las personas que ya tenían el hábito de la lectura superaron esa época con menor quebranto emocional.
Desde hace algún tiempo habíamos escuchado sobre algo denominado “biblioterapia”, lo que nos llevó a indagar si esta había sido utilizada para combatir afectaciones generadas por la pandemia. Inicialmente buscamos su definición, habiendo encontrado algunas bastante simples como «el empleo de los libros y la lectura en el tratamiento de las enfermedades nerviosas», y otras más extensas: “El uso de materiales de lectura seleccionados como coadyuvantes terapéuticos en medicina y psiquiatría; también orientación en la solución de problemas personales a través de la lectura dirigida”. De lo anterior se colige que no se trata de lecturas al azar, sino que de un sistema riguroso, casi científico, en el que entendidos en la materia seleccionan cuidadosamente las obras que mejor responden a cada alteración psiquiátrica.
Siempre nos ha parecido fascinante cómo ciertos libros llegan a nuestras vidas de manera aparentemente contingencial, ya sea viajando, visitando familiares o como regalo. Sin embargo, también es oportuno tener en cuenta que un libro puede producir diferentes reacciones en cada persona, inclusive puede tener distintos efectos según el lugar donde nos encontremos o la época en que lo leamos. Por ejemplo, no sería lo mismo leer 1984 de George Orwell hoy que cuando lo hicimos (precisamente en 1984) y donde vivíamos en ese momento (Londres). Pero volviendo al tema de la biblioterapia, descubrimos que esta podría existir desde la Antigua Grecia, pues en la entrada de las librerías se anunciaba que esos eran “lugares de sanación para el alma”. De acuerdo con el Diccionario de Inglés Oxford, el término apareció impreso por primera vez en 1920, en la obra denominada «La librería encantada», de Christopher Morley. Una novela sobre una librería en Nueva York llamada Parnassus at Home, donde laboraba Miffin, que además de vender libros también era «practicante de la biblioterapia». Su placer era “prescribir libros a los pacientes que acuden aquí y quieren contarme sus síntomas». «La malnutrición de la aptitud lectora es una cuestión seria. Déjenos prescribirle el remedio».
Encontramos que actualmente existen muchos centros dedicados a ofrecer este tipo de terapia, donde se elaboran listas ad hoc de libros, tal cual se tratase de una “receta” para padecimientos específicos. Pueden ser de historia, cocina, romance, misterios, biografías o cualquier otro formato (aunque parece ser que los de ficción tienen mayor posibilidad de espantar las adversidades). Actualmente la biblioterapia se imparte en diferentes formas, desde cursos de literatura para jóvenes en riesgo social, clubs de lectura, grupos de apoyo para personas sufriendo enfermedades mentales, hasta otros que simplemente buscan recuperar la satisfacción de la lectura. Para los lectores ávidos y que han estado “automedicándose” toda su vida con obras literarias, no resulta sorprendente que la lectura tenga efectos positivos en la salud mental o en las relaciones con los demás.
Sin embargo, al final no pudimos encontrar información definitiva en cuanto al uso o la efectividad de la biblioterapia durante la pandemia, pero algunas convicciones personales nos llevan a creer que la lectura en general puede contribuir a la rehabilitación emocional: 1) Es más efectiva que una máquina del tiempo para transportarnos al pasado o al futuro; 2) Es más veloz que cualquier vehículo para trasladarnos a otros lugares; y, 3) Es mejor que cualquier dispositivo móvil para lograr que el paso del tiempo sea más placentero.
Ahora una crisis financiera global golpea con fuerza demoledora el ánimo de todos los humanos. La incertidumbre que generan la recesión económica y los conflictos bélicos en diferentes regiones también provocan una ansiedad generalizada que todos tendremos que resolver o aprender a asimilar (aunque eventualmente también pasará). Para ello recordemos que existen más libros disponibles que tiempo en nuestras vidas para leerlos todos (debemos ser selectivos) y que quien no lee no tiene ninguna ventaja sobre quien no sabe leer. Tal vez por eso William Shakespeare, a través del General Tito Andrónico, nos dejó esta recomendación: “Ven, y toma elección de toda mi biblioteca / y divaga tu dolor”.