“EXTRAORDINARIOS editoriales, –mensaje de un respetado jurista nacional y filósofo del Derecho– aunque pocos como ese sobre el “populismo judicial”, con ese final lapidario”.
Alusivo a la conversación de cierre: (Pues –entra el Sisimite– lo que entendí es que “así como hay activismo judicial político desde los jueces, también puede haberlo desde los fiscales que politizan la acusación, instrumentalizan el proceso, o convierten el proceso penal en una herramienta de lucha política”. -“Y cuando ambas cosas coinciden –se rasca la cabeza Winston– (fiscal con agenda y juez temeroso o afín) el proceso penal deja de ser garantía de justicia y se convierte en escenario de legitimación de la murmuración bulliciosa del escándalo y del ruido irreflexivo de la calle”. “El Derecho Penal no debe ser trinchera de partidos ni campo de batalla ideológica. Su terreno legítimo es la ley, y su único fin: la justicia con garantías”).
“El activismo judicial ideologizado” y el “populismo penal” –recurriendo a autores respetados del Derecho Penal– desnaturalizan la justicia”. “El jurista y juez estadounidense Antonio Scalia en su libro “A Matter of Interpretation”, alerta que los jueces que imponen su moral personal corrompen la democracia, usurpando el rol del legislador”.
El profesor de derecho y filosofía de Nueva Zelandia, Jeremy Waldron (“The Dangers of Judicial Review») argumenta que el activismo judicial debilita la deliberación democrática, cuando los tribunales reescriben leyes, anulan la soberanía popular y fomentan una “tiranía de expertos”.
El exjuez militar estadounidense Eugene R. Sullivan, (“The Prosecution Complex”) escribe sobre los fiscales que usan procesos penales como “armas políticas”. “La selección de casos basada en presión mediática o cálculo partidario convierte la justicia en herramienta de persecución”.
“El español Luis Arroyo Zapatero, presidente de la Sociedad Internacional de Defensa Social, expone sobre el «populismo punitivo” donde fiscales y jueces, buscando aprobación pública, aplican leyes de forma severa y selectiva, ignorando garantías procesales”.
“El argentino Roberto Gargarella, (La justicia frente al gobierno) analiza cómo el Poder Judicial a veces actúa como “tercera cámara legislativa”, especialmente en contextos latinoamericanos donde la debilidad institucional facilita su instrumentalización política”.
“El argentino Martín Böhmer (Activismo Populista y Desnaturalización de la Justicia) advierte que cuando jueces o fiscales adoptan una “narrativa populista” (basada en emociones públicas, no en derecho), la justicia pierde su función de contrapeso. Esto genera una “crisis de legitimidad” al erosionar la seguridad jurídica”.
“El criminólogo Nils Christie, de Noruega, (“Los límites del dolor”) sostiene que cuando la justicia se usa para fines ideológicos (desde la izquierda o derecha), se convierte en un “ritual de venganza”, no de equidad”.
“El español penalista Francisco Muñoz Conde (Teoría de la “Justicia Espectáculo” – Derecho Penal y política) explora cómo la alianza entre fiscales ideologizados y jueces complacientes desnaturaliza el proceso. Cuando ambas figuras priorizan “mensajes políticos” sobre pruebas, el juicio se reduce a un “ritual de linchamiento mediático”, donde la presunción de inocencia es sacrificada en el altar del populismo”.
“El exvicepresidente del Tribunal Constitucional Federal alemán, Winfried Hassemer, (¿Para qué sirve hoy el Derecho Penal?) advierte que “fiscales que inician procesos “por presión social” y jueces que “legitiman acusaciones endebles” convierten el sistema en una “máquina de vapor punitiva» que anula el Derecho Penal como “límite al poder del Estado (“derecho de libertad”)”.
“El español, Jesús-María Silva Sánchez (La expansión del Derecho Penal) (2016), analiza cómo la colaboración activa entre fiscales y jueces en casos políticamente sensibles, convierte tipos penales en cajones de sastre, para encajar conductas no previstas y genera “derecho penal de emergencia»: procesos acelerados para satisfacer el “pánico moral” alimentado por medios y redes”.
(Como acá –entra el Sisimite– en este ambiente tan crispado de extremo a extremo, hasta peligroso es opinar, mejor dejaron que la opinión fuera de renombrados penalistas internacionales, por si quieren pelear, que el pleito sea con ellos. -Y todos coinciden –tercia Winston– en que “la instrumentalización política convergente de fiscales y jueces con una agenda ideologizada, convierte la justicia en una farsa peligrosa”.
Como bien resumía el jurista italiano Luigi Ferrajoli: “Cuando juez y fiscal bailan al mismo compás ideológico, el proceso penal se transforma en un acto de magia negra: convierte el prejuicio en prueba, el rumor en sentencia, y la política en pena”).