Es sumamente inquietante el hecho de que todos los seres humanos nos guiemos por la vida de acuerdo a la manera en que percibimos las cosas, y más inquietante aún que esas percepciones sean tan exageradamente distintas de una persona a otra, tomando en cuenta que estamos casi que obligados a vivir en comunidad tanto por naturaleza (una que sí es inherente a todos) como por la sociedad en la que nos desenvolvemos.
Cuando nos toca escuchar (que a veces nos toca muy seguido) a otros, hablar sobre la manera en que ven las cosas y darnos cuenta de que es un modo tan diferente al que nosotros vemos eso mismo, preferiríamos no tener que convivir muy de cerca con ellos.
Desde luego que nos damos cuenta de que es importante tener contacto con ideas diversas porque pueden precisamente, ayudarnos a ver las mismas situaciones, de otra manera.
Pero normalmente eso es exactamente lo que vamos a evitar y estaremos mucho más cómodos con los que se acercan más a nuestras creencias, percepciones, costumbres, ideologías en general, así esto represente perder la oportunidad de nuevos aprendizajes.
Claro que, todo esto va a depender de nuestra edad, aquello de que “los niños son como esponjas” es muy cierto, por ejemplo.
Entonces entendemos que los primeros años de vida son cruciales si estamos comprometidos a dar una enseñanza ejemplar a un hijo, sobrino o alumno, a nuestro cargo.
En esas edades ellos aprenden de todo y de todos. La adolescencia es bastante similar en este sentido. Los jovencitos y jovencitas entre 13 y 19 años aproximadamente, están en busca de una identidad, de un lugar en el mundo y suelen ser altamente influenciables, de ahí el cuidado que tienen los padres con su elección de amigos, saben que éstos se convertirán en el punto de referencia de sus hijos adolescentes, que los preferirían por encima de ellos, lo cual al final de cuentas, es muy natural.
En la juventud temprana todavía se puede esperar cambios de opinión significativos, pero una vez llegada la edad madura es mucho más complicada, lo cual también hace verdadero el famoso refrán: “Es muy difícil enseñar trucos nuevos a un perro viejo”.
Pero volviendo a lo de intentar aprender de lo diferente, puede no aplicar a ciertas relaciones, sobre todo cuando estas diferencias son extremas y notorias. En estos casos, aquello de “los polos opuestos que se atraen”, raramente es una buena idea.