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lunes, abril 29, 2024

Amor para cínicos

La razón por la cual muchas especies animales y vegetales perduran es porque tienen una orden en sus genes: reproducirse, conservar la especie.

Las que no lo hacen se extinguen.

Hay árboles que durante su existencia lanzan al aire millones y millones de semillas. Lo hacen de manera automática con la esperanza de que al menos una pequeña cantidad logre encontrar el medio ambiente propicio para continuar con el eterno proceso.

Quizá ha despertado su curiosidad (siempre la mía) las diferentes formas aerodinámicas de sus variados diseños, condición que les permite viajar grandes distancias por aire y a veces hasta por agua, en busca de su “tierra prometida”.

El árbol padre/madre jamás volverá a ver a sus hijos, nunca sabrá cuántos sobrevivieron y lograron reproducirse.

Pero eso no le importa, lo que cuenta es que cumplió la orden genética de conservar la especie.

Las gallinas no se cansan de poner huevos. Tienen que poner muchos porque saben que una gran parte se volverá alimento de alguien, pero -piensan ellas- al menos uno seguirá el proceso mencionado: reproducirse para conservar la especie.

¿Piensan las gallinas? (no hace falta, lo digo yo antes de que algún lector me escriba con ironía, sus genes actúan de manera natural).

¿Aman las gallinas a sus pollitos?

Podríamos decir que sí, por eso buscan el maíz y el trigo y les brindan abrigo.

Pero, vamos cínicos, ¡adelante!

Será amor o algo más profano como la orden de reproducirse para conservar la especie.

Es decir, los cuidan, miman y protegen como parte de un proceso que, de no cumplirse, extinguiría la especie, como ha ocurrido con millones que ya no existen.

Podemos llamarlo amor, llámelo como quiera, pero en realidad de lo que se trata es de asegurar la descendencia.

¿Ama usted la naturaleza, los árboles, le preocupa el medio ambiente?

Con seguridad la respuesta es sí.

Pero le puedo garantizar que ese amor es por una razón egoísta; usted los necesita para vivir.

Estoy listo a refutar su alegato con la siguiente pregunta: ¿Ama usted el desierto, la arena y le preocupa su conservación?

¡Qué diablos! A nadie le preocupa el desierto.

¿Siente simpatía por las abejas, le parece que hay que cuidarlas, las ama?

¡Noup!

De nuevo, sabemos que son indispensables para la reproducción de muchos vegetales que necesitamos para sobrevivir, por eso tratamos de protegerlas.

¿Nadie tiene ese sentimiento por los escorpiones, cierto?

El amor de madre, ¿acaso no es acaso lo mismo?

Existe un mandato genético: Reproducirse para conservar la especie.

Los cuidados, la dedicación y hasta el sacrificio pueden ser llamados amor… pero si lo piensa de verdad tendrá que aceptar la verdadera razón de ese impulso poderosísimo.

Estoy seguro que usted pensó en su madre, pero yo me estaba refiriendo al amor de cualquier madre, de cualquier especie, incluyendo la nuestra.

Si cree que ya terminé con el cinismo, está equivocado.

Aquellas personas que aman al prójimo y hacen todo por ayudarlo, ¿será por desprendimiento puro?

Quizá, pero hay otro punto de vista.

Los que ayudan disfrutan, se sienten felices, aman hacerlo.

¡Ajá!

Entonces su vocación de ayudar en realidad es por una satisfacción personal, al fin y al cabo, por egoísmo.

“Me hace feliz ayudar” – ¿Quiere más pruebas?

Si ayudar a alguien le hiciera infeliz nadie jamás lo haría, excepto quizá los masoquistas que son felices sufriendo, entonces tampoco, ¿cierto?

“He dedicado mi vida a hacer feliz a los demás… porque así soy feliz yo”, ¿puede haber una razón más egoísta?

El amor, entonces, ¿es egoísmo puro?

¡Desde luego!

Amamos las personas y las cosas que nos dan felicidad, que nos proporcionan satisfacción, que nos brindan seguridad.

Es decir, amamos aquello que nos sirve, que nos produce algún tipo de beneficio, material o espiritual.

¡Egoísmo puro!

El resto de las cosas nos es tan indiferente como el desierto y sus abundantes escorpiones.

Es mejor dar que recibir… especialmente si uno se dedica al karate.

Pero al dar (cosas, atenciones, no golpes) recibimos como pago la satisfacción, el gusto de hacerlo… cosa que es egoísmo de la más alta calidad.

No hay nada malo en ello, así somos, hacemos lo que nos conviene en el trabajo, los negocios y toda la vida misma.

¿Que al buscar satisfacción personal ayudamos a otros?

Claro, pero es una razón secundaria, la satisfacción personal es la primera.

Hacemos el bien porque la sensación que nos transmite es de nuestro agrado, “nuestra devoción”, nada más claro que eso.

Finalmente -y antes de que los fanáticos religiosos intervengan- es la naturaleza en su eternidad la que nos impulsa a reproducirnos, a conservar la especie, ese es el verdadero amor mater/paternal.

Egoísmo puro.

Otto Martín Wolf
[email protected]

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