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viernes, mayo 17, 2024

ALGO LES PASA A LOS DE LIBRE

Todas mis anteriores entregas en contra de Libre han estado llenas de decepción, tristeza, asombro y, hasta cierto grado, de odio pues esperaba un cambio en la conducción de la administración pública.

Pero hoy me siento asustado. No logro entender qué es lo que pasa en el cerebro de los funcionarios de Libre de cualquier nivel. Se saltaron la barda desde hace ratos, pero ahora quieren romper todos los límites de lo verosímil, aceptable, tolerable. Perdieron la poca dignidad y tolerancia que tenían.

¿A qué me refiero? Ya les explico, solo déjenme hacer una previa explicación.

Venimos viendo cómo han sido los gobiernos de izquierda en Latinoamérica: ¡un desastre total! Encubiertos con grandilocuentes discursos, exaltación de la imagen, promesas idílicas difíciles de cumplir (y que no cumplen nunca), dedicación total de recursos a dos o tres áreas del quehacer de una nación y agarrarse de ellas, mientras el resto está en las ruinas y, así, una mentira total mientras la nación entera se hunde y el occidente con su capitalismo crece, se desarrolla y triunfa. De hecho, los de izquierda se van de viaje y a someterse a operaciones a los EUA y no a Cuba.

Un gobierno más de izquierda, el de los refundacionistas (que ni siquiera sabemos en qué consiste su refundación), no sería la excepción y, de hecho, nos ha demostrado que no lo es. Más de lo mismo. Una izquierda más que crea el caos, para pasarle echando la culpa a la oligarquía, al imperio, a los partidos de antes sin hacer nada nuevo.

Cuando Libre se tiró por tercera vez a pelear la Presidencia era lo mismo: sin propuestas, solo críticas. Cuando ganaron las elecciones, pasadas unas semanas, el perfil psicológico de todos se definió con simpleza: odio, venganza, irritación, animus necandi, deseo de destrucción. El dictamen psicológico no fue complicado de construir: no llegaron a gobernar un país, sino que llegaron a administrar su odio visceral, a vengarse de todo aquello que les reviviera el trauma latente y lacerante del golpe de Estado del 2009 (¡busquen terapia, por favor!) Llegaron a destruir todo lo que estaba bueno, por el simple hecho de sentirse realizados en hacerlo, pero sin reconstruir nada en cambio.

Llenos de ira, permanentemente confrontativos, sensibles como chihuahuas, tóxicos como material radioactivo, furiosos y mal encarados como Vin Diesel, pero luego agregaron otros calificativos bien merecidos.

De tanto odio que tienen que dejaron de hacer lo que les competía y se volvieron inútiles e incompetentes.

Pero bien, luego de esa explicación, ahora me parece que hay algo más en la mente del funcionario (de cualquier nivel) que está en el gobierno de Libre, y lo que ha motivado este artículo: la desmesurada respuesta irracional e inoficiosa que el secretario privado de la presidente, o sea, su hijo, Héctor Zelaya Castro, acaba de lanzar contra el intratable Salvador Nasralla. ¿Por qué un funcionario de ese nivel, que ha mostrado –el único- una posición ecuánime, ponderaba, estable, ahora se le salió la saya y ha decepcionado a propios y extraños? El delfín del mandamás, el futuro candidato a la Presidencia ya impuesto por su papá, el que siempre sonríe irónicamente, dueño de la situación, con porte y presencia… bajó el canasto, dejó a un lado la caja de lustre y sacó todo su abanico de insultos contra alguien que, de por sí, ni siquiera vale la pena tomarlo en cuenta.

Nasralla tiene la única bancada legislativa que vale la pena escuchar y aplaudir, pero él pasa rogando, llorando, mendigando las migajas que le dé Casa Presidencial, cuando por dignidad hace ratos hubiera, no cesado en el cargo, porque sería un delito, pero dedicarse a reconstruir su partido y ejercer como el líder que pretende ser. Pero no, allí pasa en la lloradera de siempre por unos mendrugos de pan.

¿Por qué el casi futuro presidente, Héctor Zelaya, se rebaja a discutir con tan pobre espécimen?

Es porque algo les pasa a los de Libre.

Twitter, ahora llamado X, es una cloaca, usted entra, y apesta a la hediondez de los desechos humanos, lo peor de la especie se evacúa en esa red. La gente demuestra lo que lleva en su mente, y en el caso de los actuales gobernantes, solo es pura basura.

Lo que le pasó a don Héctor Zelaya, es lo mismo que les pasa a todos los de Libre. Pierden la dignidad del puesto, la presencia y elegancia que debe ostentar todo funcionario público, se meten en pleitos de pendencieros de barrio, de borrachos de cantina, de mujerzuelas de cabaret.

¡Señoras, señores! Dejen de perder el tiempo tuiteando sandeces. Trabajen, no se rebajen a pleitos callejeros. Se ven detestables.

Algo les pasa y yo sé qué es: el odio ya hizo metástasis y los está consumiendo.

Por eso les digo: nadie quiere un golpe de Estado, dejen de estar inventando. Nadie tiene el poder, las armas, las ganas para hacerlo. Es demasiado traumático, las consecuencias son terribles, volver a la normalidad cuesta un mundo. Nadie quiere un golpe de Estado. ¿Y para qué? Basta con que los de Libre sigan así, demostrando su bajeza, lo podrido que tienen el alma de odio. Ellos solo se destruyen, ellos solos convencen al electorado de que es imposible darles una nueva oportunidad.

Cuando el enemigo huye, apártale las piedras, dice el Arte de la guerra.

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